
Motivada por cumplir uno de los puntos del reto que estoy siguiendo (el retopatas), estos días he vuelto a leer un clásico que nos acompañó a muchos en nuestra infancia y primera juventud, sea directamente o a través de las muchas adaptaciones. Volver a compartir las aventuras de Mowly (la ranita) y sus amigos Baloo y Bagheera te trae cientos de sensaciones que creías olvidadas. Qué grandes, los amigos de la selva.
El libro consta de siete relatos cortos acompañados de una serie de canciones que los complementan. Los tres primeros cuentan la historia de un niño que se cría en la selva, con una mamá loba adoptiva y una serie de amigos y perceptores que le enseñan todo lo que necesita saber para sobrevivir. Kilpling retoma de este modo la historia del niño salvaje que aparece ya en la pubertad sin haber tenido relación previa con los humanos.
Estos tres primeros relatos son los más conocidos y, desde luego, mis favoritos. A la historia de Mowly no le falta de nada: tiene amigos increíbles, un enemigo malvado, una aliada que en principio parecía peligrosa, unos cuantos estúpidos que parecían inofensivos pero que puede llegar a meterte en problemas serios… Eso sí, en esta selva, los humanos no acabamos de quedar demasiado bien parados, con nuestras supersticiones y nuestra ignorancia.
Los tres siguientes relatos, a pesar de no haber tenido tanta difusión ni adaptaciones, merecen mucho la pena. Sus protagonistas (una foca blanca, una mangosta que aprende a ser valiente y un niño enamorado de los elefantes salvajes) nos recuerdan que somos los dueños de nuestro destino. Quizá el cuento menos interesante, al menos para mí, sea el último. Se trata de un cuento ambientado en un entorno bélico, en el que los animales discuten entre sí quién colabora más en la guerra y quién tiene más miedo. Presenta más disquisiciones que aventuras y sus reflexiones seguramente resultarán menos interesantes y más ajenas a los jóvenes. Creo que este último podéis dejarlo para lectura más adulta.
En definitiva, si tenéis niño/as cerca, daos el gustazo de leerles a todo un premio nobel. Disfrutaréis mucho y estaréis ayudando a forjar un nuevo espíritu lector. Nadie se resiste ante la pluma de Kipling.