Publicado en Club de lectura #elsitiodemirecreo

Segunda semana de lectura de Momentos estelares de la humanidad

Esta segunda semana nos ha traído nada menos que seis momentos estelares y os prometo que hay ciertos aspectos de la historia que nunca podré ver igual. Porque los he vivido de cerca, los entiendo mejor, sé del sufrimiento y de la rabia que sintieron sus protagonistas. Comprendo la sensación grandiosa de gloria o la incertidumbre del que se teme perdido para siempre. Ojalá pudiéramos entender con esta clarividencia toda la historia. Probablemente el mundo sería un lugar mejor.

Durante esta semana Zweig nos ha hecho testigos de momentos cumbre en la vida de cuatro artistas: hemos acompañado a dos grandes, Händel y Goethe, en la creación de sendas obras maestras. Para ello hemos tenido que bajar con ellos al infierno, sentir el final, el dolor, la muerte y resucitar a su lado gracias al arte. Ya nunca escucharemos el Mesías ni leeremos la Elegía igual. Porque estuvimos allí y sabemos lo que significa. Zweig nos presentó también el nacimiento de la Marsellesa, el himno que ha acompañado a los franceses en sus batallas más comprometidas y que de algún modo se ha convertido en un grito universal de amor a la revolución y a la humanidad. Un himno digno de haber sido regalado por los dioses para darnos ánimos a los mortales en los momentos de flaqueza. Y, sin embargo, a su autor apenas lo conocemos. Un padre que rechaza al hijo y que nunca vivió la gloria de la paternidad. Y, por último, para cerrar este párrafo dedicado a los artistas, os contaré que de la mano de Zweig hemos acompañado a Dostoievski en la noche más negra de su existencia. Hemos sentido el peso de la tela tapando sus ojos y hemos sentido la sangre bombear esperando el tiro final que no llega. Apenas 4 páginas en verso libre que consiguen que vea el amanecer de un modo distinto.

Los otros dos momentos estelares de esta semana son, de nuevo, dos hitos históricos: la batalla de Waterloo y el descubrimiento del Dorado. Sus protagonistas no pueden ser más diferentes entre sí. Uno es noble, honrado, prudente, disciplinado, obediente. El otro es un golfo, un vividor, incapaz de quedarse quieto en un lugar, siempre soñando con el golpe definitivo que le hiciera el hombre más rico del mundo. Y tan distintos que son, sus destinos también lo serán. Los dos desearán, en un momento dado, haber tenido una pizca de las cualidades del otro. El prudente militar morirá soñando con haber tenido más arrojo; el intrépido explorador deseará haber sido algo más cauto en sus decisiones.

Tal y como esperaba, esta segunda semana de lectura ha sido todo un regalo. No me cabe ninguna duda de que también lo será la que hoy comienza. Y cuando termine de leer este maravilloso libro, sé que volveré a él una y otra vez en busca de respuestas y consuelo. Qué suerte tenemos con Zweig.