
Frank Miller es un asiduo en el blog. Sus obras, sus dibujos, el tratamiento de la psicología de los personajes a través de pequeños trazos (podría seguir un buen rato), me han fascinado siempre. Después de Will Eisner me parece el artista gráfico más importante de los últimos años.
Da la casualidad que DareDevil ha sido siempre un héroe menor, poco valorado. Y siempre me ha gustado ese tipo de personaje más humano que súper. Es el típico héroe hecho de retazos, con características «prestadas» de otros personajes de Marvel. Y aunque con el tiempo consiguió personalidad propia, siempre le ha faltado un poco de buena suerte para alcanzar las cotas superiores de otros compañeros de mallas y capa.
Con estos dos ingredientes me lancé a las páginas de esta novela gráfica, que siempre se ha considerado el mejor acercamiento al heroe ciego de Nueva York. Y con una premisa inicial magnífica, por desgracia, el final me pareció vulgar. Me explico: toda la historia rezuma lo mejor de la novela negra americana. Hay suspense, misterio, unos secundarios poderosos y un malo de altos vuelos. Y cuando quedan pocas páginas, todo se precipita. El guión pierde la magia y se convierte en una competición de puñetazos y explosiones. Se acabó la historia para convertirse en varias páginas de simple lucha. Sin embargo, el comienzo nos habla de la persona que hay detrás del disfraz, de su dolor diario al caer al abismo de la locura y el sufrimiento. Pasa de ser Daredevil para convertirse en un abogado caido en desgracia. Y esa historia humana sí es interesante, sí consigue crear interés. No es morbo, ni por asomo. Es el placer de leer una historia de resurgimiento, de cómo se afronta el dolor y la injusticia. Hasta ese maldito final.

Venía de hablar de La muerte de Superman, y de cómo me habia decepcionado una historia tan plana. Quería leer algo con más profundidad, que me hiciera disfrutar de los matices, de un personaje casi romántico en un entorno hostil, pero ese final me dejó helado. No sé si hubo prisas por cerrar el arco argumental o simplemente es mi culpa por no aceptar el desenlace propuesto, pero de una manera u otra, sentí alivio al terminarlo. Y lo normal que me sucede con una novela gráfica que me gusta es repasarla varias veces, para darme cuenta de los detalles que suelen adornarlas. Esta vez no sucedió.
Con un dibujo muy bueno, David Mazzucchelli consigue crear esa atmósfera que Frank Miller describe en los textos. Pero su arte no puede suplir la falta final de historia.
Una pena que yo no haya conseguido sentirme bien con la novela, pero la recomiendo para aquellos que busquen a un personaje muy poco conocido y que durante muchas partes de su historia consigue que seamos sus seguidores más incondicionales.