Publicado en Cuentacuentos, Eventos

Cuéntame lo que no te contaron (Teatro indigesto)

Erase una vez, en una tarde calurosa a la orilla del río Ebro, tres maravillosos actores que improvisaron un cuento tras otro para un público que ocupaba todo el aforo del teatro.

Pero no eran los cuentos de hadas que todos conocemos. Quisieron ofrecernos las historias del antes de los cuentos, o del después, y también del antes del después, aunque también contaron el después del antes….. Un mágico lío del que ellos salieron airosos y aplaudidos.

Nos contaron la historia de la cenicienta, que sin quererlo se convirtió en la bella durmiente. También salió el cuento de los tres cerditos, vegetarianos y uno de ellos alcalde. Conocimos la historia de la abuelita de caperucita, donde como en todas las familias también cocian habas. Algunos fueron cuentos de terror, otros de misterio, pero todos hechos con humor y talento.

Un libro sirvió de excusa para desplegar un trabajo de improvisación genial, que contó con la ayuda de un público que participó, río y disfrutó olvidando durante ese rato el calor y los mosquitos que los sofocaba.

Una tarde de cuentos y teatro. Todo unido por un libro, una librería y un librero loco que nuestros gustos conocía.

Y colorin colorado, esta es la historia de los cuentos como nunca antes nos los habían contado.

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Lo inevitable (Cristina Verbena)

Ayer, al aire libre y con todas las medidas de seguridad, pudimos disfrutar de una sesión de cuentos de Cristina Verbena. Y así, tímida y feliz, la añorada normalidad se hizo un hueco en la agenda de nuestro fin de semana.

Hora y cuarto de cuentos, canciones, minicuentos y poesía. Setenta y cinco minutos de felicidad, de sonrisas, de aplausos, de complicidad y, a veces, de carcajadas liberadoras.

Ella nos regaló historias que había sacado de libros. Algunas divertidas, muy divertidas, surrealistas muchas; otras más realistas, con un deje de reflexión que nos llevamos a casa, para pensar despacio durante días. Algunas eran tan breves que solo su sonrisa silenciosa conseguía que nos enteráramos de que habían terminado; otras eran tan largas que nos daba tiempo a encariñarnos de los personajes.

Ahí estuvimos, hora y cuarto, con la sonrisa boba en la cara todo el tiempo, como si todo fuera normal, como si la pandemia que nos arrebató nuestra vida no fuera más que una historia lejana. Cristina Verbena nos contaba cuentos y lo demás, por un ratito, se olvidaba.

Y cuando terminó, nos hizo el regalo definitivo. Nos listó los libros de los que había sacado sus historias. Y nos fuimos felices a casa, a leer esos libros. En ellos no encontraremos los cuentos de Cristina, pero sí los que ella leyó antes de transformarlos en sus historias.