
Escribir misterio es muy difícil. Sorprender al lector es complicado. Las novelas de intriga suelen copar las estanterías de las librerias. Y el listón está muy alto. Sin contar a los grandes maestros clásicos como Christie o Conan Doyle, pasando por los contemporáneos Dicker, Verdon o Gómez Jurado, el misterio es un género que nos atrae, tanto a lectores como a los mismos autores. Ser capaces de crear una historia de múltiples lecturas, donde todas ellas confluyen en un final que debe sorprender, es muy difícil. Tanto que en muchas ocasiones, demasiadas, el lector adivina ese final.
También es complicado no caer en esteriotipos con los personajes. Es muy común tener un Holmes o un Poirot (por poner ejemplos de autores clásicos), personajes con una inteligencia superior o un instinto afilado por su lucha contra el crimen.
Muerte en Santa Rita prometía una historia muy interesante, donde su planteamiento nos recordaba a la novela inglesa de los años dorados. Pero ni misterio ni emoción.
Tenemos una novela repleta de personajes planos, algunos vacios de interés y peso en el argumento.
Solo los dialogos iniciales mantienen el interés en sus páginas. Pero salvando esa pequeña sorpresa, la novela vuelve a discurrir por unos cauces vacíos de intriga.
La novela era una de las candidatas para el mes de enero en el club de lectura. Y teníamos ganas de leerla, pero su lectura ha sido un tanto monótona. Justo lo contrario de lo que se espera de este tipo de historias.
Una pena. Pero como siempre decimos, estas lineas son una opinión muy personal, y lo mejor que podéis hacer es coger la novela y comprobar si estoy equivocado.