
Dos tardes nos ha durado a Javier y a mí la lectura conjunta de este libro que encontré en Re-read hace unos días. Hacía mucho tiempo que un libro no nos atrapaba así y sospecho que seguiremos hablando de él bastante tiempo.
Probablemente, gran parte del éxito de esta novela reside en el modo en el que nos presenta a los personajes. A diferencia de otras obras del realismo mágico, en esta novela podemos sentir lo que sienten sus protagonistas. Nos emocionamos, nos enfadamos, nos sorprendemos o nos desanimamos en perfecta sincronización con ellos, porque Esquivel nos presenta a los personajes desde dentro, desde la emoción. Nos sitúa en el centro mismo de sus tripas y sufrimos y gozamos con ellos, sin filtros.
Y vaya personajes. La maravillosa Tita es uno de los protagonistas más fuertes que conozco. Su madre, entendamos o no sus razones, una de las más odiosas. John nos provoca ternura y admiración, a Rosaura la compadecemos y la despreciamos a partes iguales, Gertrudis nos fascina, Nacha nos reconcilia con la vida…
Además, esta novela nos habla de los temas universales que mueven al mundo. El amor, la necesidad de libertad, las cadenas de la tradición, la familia (como refugio y como verdugo), el temor al qué dirán frente a lo que uno siente de verdad…
Y todo eso, completamente contextualizado en una realidad concreta: de puertas para afuera, el México de la revolución, con sus muertos, los saqueos, el miedo, pero también la lucha y la esperanza; de puertas para dentro, la cocina como símbolo de los cuidados, de la sabiduría de la tradición, los orígenes, el calor del hogar.
Probablemente muchos de vosotros la leyerais hace años. Me gustaría saber qué recuerdo tenéis de ella y si resiste bien una segunda lectura. Los que no la hayáis leído, haceos un favor y no tardéis. Es deliciosa.