
Este libro fue la propuesta de novela histórica para el club de lectura de mayo pero, como sabréis, no fue el libro elegido. Yo tenía muchas ganas de leerlo: a su autor le dieron el Nobel de literatura el año pasado y el argumento era muy sugerente: el viaje iniciático de un niño, Yusuf, al que su padre cede a causa de sus deudas.
Desde luego, es un libro muy bien escrito que te sumerge en un mundo que yo conocía bastante poco: el continente africano de principios del siglo XX. Y, sin embargo, la verdad es que el 80% del libro no me acabó de gustar.
La razón principal de que la mayor parte del tiempo no me acabara de llegar la historia de Yusuf es que, durante todo su viaje iniciático, el autor te cuenta lo que ocurre (lo que comen, lo que dicen, los animales que les amenazan, los pueblos a los que visitan), pero no lo que sienten. Las emociones de los personajes, incluidos los del propio Yusuf, los tenemos que inferir de lo que se nos cuenta desde fuera. Eso hizo que no acabara de sentirme cerca de ellos.
Tal vez otra de las razones es que es un libro excesivamente masculino. La mayoría de los personajes son hombres y, desde luego, el punto de vista de la historia es única y exclusivamente el de ellos. Y esto, claro, no ayudó a que yo entrara en la historia. Por último, creo que también tuve alguna dificultad con el ritmo de la novela. Definitivamente, el tiempo es distinto en la cultura africana.
No pude entrar bien en la historia en el 80% de la novela y, sin embargo, me alegro de haberla leído. Ha sido un viaje en el que he podido ser testigo de un modo de entender la vida e incluso de una forma de contarla muy distinta a la occidental.
Pero quizá os estéis preguntando por qué hablo todo el tiempo del ochenta por ciento de la novela. La razón es el capítulo final del libro. Cielo santo, qué capítulo. En él todo cambia completamente. De pronto sí estamos hablando de sentimientos. Ahora el autor sí me ha hecho un hueco y me ha dejado entrar en su universo. Ahí sí comprendo a Yusuf y puedo entender lo que hace a través de saber lo que siente. Tal vez no sea casualidad que es un capítulo en el que por fin aparecen personajes femeninos.
En definitiva, os recomiendo que leais este libro, aún sabiendo que en gran parte de la novela os sentiréis probablemente como extranjeros que no acaban de entender bien lo que pasa. El viaje merece la pena y el último capítulo indica que, más allá de las diferencias culturales, dentro de cada uno de nosotros late un corazón similar.