
Casi dos años después de que descubriera a Donna Tartt y cayera rendida a sus pies, he vuelto a pasar unos días disfrutando de esta autora. Por muy alto que estuviera el listón (y os aseguro que lo estaba) no me ha decepcionado. Al contrario.
La historia no parece demasiado original: chico de origen humilde consigue una beca en una universidad privada y entra a formar parte de un círculo muy selecto de estudiantes de alto nivel económico. Les une el amor por el mundo (y las lenguas) clásicas, su juventud y esa sensación de que la historia de la vida está todavía por escribir.
No es muy original, es cierto. Y, sin embargo, te atrapa desde el principio y te bebes sus casi 800 páginas casi sin respirar y deseando que no terminen nunca. Debe ser por lo maravillosamente bien que escribe, por el tono de thriller que acompaña a la historia desde el principio, por comenzar la narración presentando un asesinato, por el retrato bien definido de los personajes o por la romantización del ambiente de estudio o de erudición en el que viven. Probablemente por todas esas cosas al mismo tiempo.
Tengo que admitir que me gustan más las tres primeras cuartas partes del libro que el final y que a medida que nos acercamos al desenlace, la historia se va haciendo cada vez más oscura, jugando con los límites de un modo peligroso. Creo que lo habría preferido con un grado menor de intensidad. Pero también soy consciente de que muchos lectores agradecerán este viaje a los infiernos al que nos lleva Tartt.
Si el cuerpo os pide una lectura fácil, bien escrita y emocionante, dadle una oportunidad a este libro. Y luego me contáis.