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Plátanos, cacahuetes y Lo que el viento se llevó.

Era una fecha especial y merecía un plan especial. Y he de confesar que soy fan de Gónzalo de Castro, un actor que si echo la mirada atrás parece que lleve toda mi vida haciéndome feliz. Por tanto la ocasión era propicia para acercarnos al Teatro Principal y disfrutar de una hora y media de humor, historia cinéfila y un poquito de reflexión.

Fue esta ultima parte la que más me hizo disfrutar. En un tono ameno y tremendamente dinámico, fueron los momentos de descanso y pequeños monólogos dirigidos al público los que me hicieron caer rendido al cuarteto de actores. Desde el papel que tuvieron los judíos en America al papel como entretenimiento popular del cine, muchos fueron los temas que me dejaron huella. Hoy no he podido evitar buscar y conocer un poquito más sobre todo lo que se coció detrás de esta producción cinematográfica.

Esa brillante disección de la industria del cine y de América daban una merecida tregua al intenso trabajo físico que tenían que desplegar en escena. Porque ese ritmo era, en muchos momentos, mareante. Casi notábamos el resuello de los protagonistas, con escenas donde el peso del argumento era llevado por una capacidad física envidiable. A lo que hay que sumar que hacían de tramoyistas, moviendo, como un gigantesco rompecabezas, los muebles que llenaban el escenario, jugando a maravillosos cambios de perspectiva.

Siempre es especial el teatro. Ver a pocos metros los gestos, sentir los tonos de voz o distinguir un detalle que se pierden en el cine hace incomparable el espectáculo del escenario. Admiro muchísimo a quien se pone encima de las tablas y da vida a un texto con su voz y gesto. Me parece dificilísimo y por eso disfruto tanto en una butaca.

Una pena que en Zaragoza ya no se pueda disfrutar de la obra, pero si alguno de nuestros lectores tiene la oportunidad de acercarse, en otro punto de nuestra geografía, seguro que no se arrepentirá.

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La función que sale mal (Zenón Recalde)

La vuelta a la normalidad ya está comenzando, y espero que este segundo intento sea el de verdad. Visitar el teatro y disfrutar de una obra como la de ayer me hace inmensamente feliz, siento que la vida me susurre al oído que falta poco para volver a esa normalidad que todos añoramos.
Mamen y yo nos regalamos un respiro después de una semana intensa de viajes y reuniones y elegimos esta obra de actores desconocidos pero que lleva triunfando mundialmente desde hace una década.
No defraudó las expectativas y me proporcionó casi dos horas de carcajadas y lágrimas. Con una escenografía aparentemente sencilla, la obra podría ser un clásico de mitad del siglo XX, donde el escenario se convierte en un gran tablero de Cluedo. Por lo menos a primera vista.

Lo que realmente encontramos es una disparatada coreografía, de un ritmo trepidante y con un trabajo increíble por parte de los actores. Porque no soy experto en arte dramático, pero actuar mal a posta debe ser muy complicado y el buen hacer de cada uno de los actores que pasaron por el escenario hizo que su «origen amateur» resultara convincente.
Tiene que haber detrás horas interminables de ensayos y correcciones para conseguir durante la función ese tono humorístico mezclado, perfectamente, con un guión que persigue el misterio, y todo atado por interacciones con el escenario más propias de malabaristas y acróbatas.
Lamento caer en la cuenta que hoy es el último día en Zaragoza porque estoy convencido que cosecharia elogios unánimes de todos los lectores. Por eso, si os surge la posibilidad de verlo en otra ciudad o país ni lo dudéis.
Merece la pena. La sonrisa que os provocará durará muchísimo tiempo.

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Tejiendo. Una historia de recuerdos y remiendos (Teatro indigesto)

Ayer por la tarde Javier y yo fuimos a ver esta obra de teatro al Centro Cívico Río Ebro. A los dos nos gustan mucho los componentes de Teatro indigesto: sus improvisaciones, los juegos de palabras, la mímica que te acerca al teatro más clásico, el ritmo, las risas… pero lo que encontramos ayer superó todas las expectativas. Y es que nuestro querido trío de artistas se han puesto esta vez bajo la dirección de Oswaldo Felipe. No sé si seré capaz de expresar lo que sentimos en esta breve entrada.

Tengo que empezar diciendo que Tejiendo es un homenaje al amor. Al amor de verdad, ese que se construye día a día, paso a paso. Al amor de una vida de complicidad, de bromas repetidas, de discusiones tontas que terminan en sonrisas. Ese amor que no todo el mundo encuentra, pero que todos desearíamos tener. Ese que transciende a las bobadas de los cuentos de hadas y es capaz de plantarle cara a la pena, a la enfermedad, a la pérdida.

Porque Tejiendo no obvia el lado oscuro de la luna. Al contrario. Este homenaje al amor de verdad te habla de cómo vivir el día a día, sea en la salud o en la enfermedad.

En segundo lugar tengo que decir que Tejiendo es un homenaje a la belleza. No os contaré cómo lo hacen, tendréis que ir a verlos, pero os aseguro que crean un espectáculo tan bello que una sale del teatro con la sensación de haber presenciado arte del bueno.

Y, además de esto, se trata, claro está, de un espectáculo de Teatro Indigesto con todos los ingredientes habituales: improvisación, carcajadas, juegos de palabras, ritmo frenético en ocasiones, referencias claras al teatro clásico, los clown, complicidad con el público…

Una obra de teatro, como veis, que es capaz de conjurar todas las emociones en solo hora y veinte.

Pero aún guardan un ingrediente más: la divulgación. No os voy a desvelar nada, pero Teatro indigesto en esta ocasión nos presenta una realidad muy concreta dando información rigurosa sobre lo que está pasando. La relación de Encarni Corrales con los RISArchers seguro que tiene aquí algo que ver 😊

No se me ocurre mejor plan para estas tardes en familia. Si estás en Zaragoza, hazme caso y no te lo pierdas.