
No quería dejar acabar marzo, sin hablar un poquito de TBO, esa revista infantil y semanal de nuestro país y con la que nuestros padres se acercaron a los cómics. Una publicación ya desaparecida pero con una trayectoria extensa y apasionante. Es cierto que su humor sería catalogado hoy en día como burdo y, en ocasiones, políticamente incorrecto. Pero nunca hay que olvidar que gracias a sus páginas varias generaciones amaron la lectura.
De la importancia de esta revista queda la asociación de esas tres letras, TBO, y el término tebeo por el que todo el mundo conocía a los cómics en nuestro país. Un título que sigue generando teorías sobre su origen. La última de ellas es que su nombre salió de una zarzuela estrenada en 1909, donde se fundaba un periódico con el mismo nombre.
En sus más de ochenta años de historia tuvo tiempo de ser el medio de publicidad del anarquismo, capear una guerra civil y superar una censura a través de un humor muy básico. Aunque hay estudiosos de la publicación que han demostrado que sus páginas estaban llenas de chistes políticos, económicos y sociales. Será cuestión de repasarlos.
Al margen de sus intenciones lo que sí consiguió fue llegar masivamente a todos los hogares y legarnos personajes que permanecen en la memoria viva de nuestro país, como el profesor Franz de Copenhague, la familia Ulises o Melitón Pérez.
Tal fue el éxito de sus números semanales que llegaron a tener tiradas de 150.000 ejemplares, unas cifras totalmente impensables en la actualidad.

La entrada del cómic procedente de EEUU y Europa, así como su imposibilidad de evolucionar sus contenidos a los nuevos tiempos aceleraron una desaparición definitiva en 1988, aunque ya llevaban muchos años dando síntomas de fatiga.
Siempre quedaran las innumerables reediciones para coleccionistas y muchos libros que se siguen editando repasando su historia e importancia.
Un legado de unos tiempos duros y difíciles pero que siempre tuvieron su espacio para la sonrisa.