
Vamos a terminar este puente festivo con una de esas novelas que fueron engullidas por su adaptación a la gran pantalla. Nunca he visto la película, confieso que Clint Eastwood me gusta en otros papeles. Además, después de leer la novela no me quedó ninguna gana de hacerlo. No adelanto que sea una mala obra, al contrario. Tiene sus puntos positivos para entender el éxito de ventas que fue y su famosa adaptación. Pero es que la historia no me dijo nada. Y no comprendo su final. Pero sobre eso no diré más, por no estropearlo.
La novela nos narra una supuesta historia real. Unos hijos descubren unas cartas de amor escondidas por su madre, recientemente fallecida y encargan a un escritor que investigue sobre el verdadero significado de esas cartas, enviadas por un hombre que estuvo enamorado de ella durante años.
Y aquí es donde el autor acierta, mas allá de estilos o recursos literarios. Plantea una historia tan vieja como el mundo, o el amor. Dos personas que se encuentran casualmente y, sin explicar como, comprenden que están ante ese amor que siempre soñaron pero les estaba reservado a los demás.
Su pasión, la forma en la que sienten al otro, se convierte durante tres días en una sucesión de escenas románticas, de frases llenas de emoción, y por desgracia, de una sensación muy rara por el final que se aventura.
Pero, tal vez ese final, esa reacción, fue lo que la convirtió en un superventas.
Es cierto que su lectura es fácil, agradable en muchas ocasiones aunque sin nada que quede después. Es la historia, el fondo, lo que deja poso. Me imagino que por eso la película es mucho más conocida que la novela.
Pero si son amantes de las emociones, del romanticismo, no dejen pasar la ocasión de leer este pequeño libro, porque serán recompensados con creces.