Publicado en Club de lectura #elsitiodemirecreo

Primera semana de lectura de Momentos estelares de la humanidad

Siguiendo el ritmo que nos habíamos marcado, esta semana hemos leído los tres primeros momentos estelares de la humanidad y el balance general que sacamos es más que positivo. En la comunidad de Twitter todos estamos de acuerdo en que la pluma de Zweig convierte en una aventura sobrecogedora cualquier historia.

Hay un asunto que a alguno de los miembros del grupo le ha inquietado: frente a la propuesta más común actualmente de que la verdadera historia la creamos entre todos, poco a poco, con nuestras vidas anónimas y anodinas, Zweig reivindica estos momentos cumbre en los que la decisión de una sola persona marca el destino de la humanidad. Yo no he sentido ninguna emoción al respecto. Creo sinceramente que la historia se crea en una combinación de ambos tipos de cambios: el constante, que realizamos entre todos y los puntuales, con protagonistas muy concretos. Tan errado era obviar un tipo de fuerzas como lo sería ignorar el otro. Acepto, pues, la propuesta de la Teoría del equilibrio puntuado que se aplica a cualquier ser (vivo, histórico, social) que cambie.

Los tres momentos estelares con los que hemos comenzado este ensayo son muy distantes entre sí en el tiempo y muy distintos en su naturaleza: los últimos días en la vida de una personalidad como Cicerón, en medio de todas las intrigas del poder del imperio romano; las últimas batallas que provocarán como resultado la caída de Bizancio y los intentos desesperados de conseguir la gloria de un ciudadano español en plena conquista del continente americano. Muy distintas y, sin embargo, muy similares al mismo tiempo. Zweig habla de personalidades poco comunes puestas a prueba hasta límites insospechados. Personajes que son capaces de superar la frustración, el miedo, el cansancio y luchar hasta emitir el último suspiro. A todos ellos los veremos dudar, pensar en desistir y salir reforzados de ese desierto.

Tres son los ingredientes que explican el éxito sin tacha de estos primeros capítulos: una pluma inigualable, unos momentos de la historia que merecen sin duda el adjetivo de épicos y un deseo de transcendencia que convierten lo narrado en enseñanzas universales y atemporales (no en vano está lleno de axiomas sobre la vida y la muerte). No tengo ninguna duda de que las dos semanas que nos quedan por delante vamos a disfrutar tanto o más que hasta ahora. Acompañadnos.