
23 de abril, día de fiesta y día del libro. La ocasión perfecta para visitar los puestos que las librerias de nuestra cuidad montan para acercarnos, aún más, una de las cosas que más nos gustan.
La pandemia consolidó un hábito que año tras año se supera. Cada año leemos más. Y, lo que es muy importante, los jóvenes se muestran como uno de los grupos de edad que más leen en nuestro país.
Así, libro a libro, vamos desterrando mitos como los que decía que leiamos poco o que los jóvenes no estaban interesados en los libros. Sin duda, la gran diversidad editorial está consiguiendo que todas y todos tengamos respuesta a lo que buscamos en los libros.
Pero más allá de los datos, hoy quería hablar más con las vísceras que con la razón. Quería responder a la pregunta de ¿por qué leemos? No soy yo un entendido en procesos neuronales, ni filosóficos o sociológicos. Por eso, mi respuesta es particular y, sin duda, no podrá extrapolarse a los demás. Pero quería decirlo. Quería poner voz a unos pensamientos que me acompañan desde la biblioteca de barrio donde me refugiaba las tardes de calor y comenzaba a devorar tebeos de Astérix o Tintín. De cómo mi imaginación se iba alimentando con las fantasías de Julio Verne o las aventuras de Emilio Salgari. Quería hablaros de esa época difícil que es la adolescencia y que discurrió entre Drácula, El señor de los Anillos o Los Episodios Nacionales. Cómo en la universidad conocí a los grandes de la novela negra y me terminé de enamorar de la historia. Y de cómo, en mi madurez, recuerdo todo lo bueno que me ha traído el discurrir de las páginas y capítulos. Hasta el amor vino hablando de libros y escritores.
No puedo, ni quiero, imaginar la vida sin el olor de un libro. Leer me trajo todo lo bueno que puede ofrecer el mundo; incluso en novelas sobre guerras y desgracias, los libros me recuerdan que hay personas maravillosas por las que luchar. Es en esos instantes cuándo me siento más afortunado. Si leo me doy cuenta de que soy un privilegiado y de que mi vida es más rica.
Soy feliz cuando descubro a un nuevo autor que me gusta. Soy feliz cuando cierro por la última página y los personajes se han quedado conmigo. Soy feliz cuando estoy anhelando el momento de sentarme para seguir donde lo dejé ayer.
Cómo decía al principio, seguro que un neurólogo os podría explicar que mecanismos hay detrás del placer de la lectura. Yo me contento con contaros mi porqué.
Y estoy seguro que hay tantos porqués como lectores estamos. Cada año más, afortunadamente.