
¿Podrían imaginar un mundo sin los cuentos de Hans Christian Andersen? Es complicado ni siquiera intentarlo. La trascendencia del escritor danés superó, con mucho, su capacidad de crear pequeñas obras maestras.
Representante del romanticismo, su amistad con otro grande, como Charles Dickens, fue esencial para encontrar el equilibrio entre el realismo y el misticismo. Sus cuentos son una mezcla entre animales fantásticos y situaciones reales extremas, con fuerte carga moral y psicológica.
La vida nunca fue fácil para Andersen y encontró en la escritura esa ventana por donde asomarse cuando el mundo real le negaba la felicidad. Su aspecto físico, causa de su eterna infelicidad, fue fuente de inspiración para El patito feo. Su pensamiento racional encontró su sitio en El traje nuevo del emperador. Su infancia de hambre y pobreza es el impulso que necesitó para crear a La pequeña cerillera.
¿Cuál fue el secreto para conquistar a los más pequeños? Sin duda su lenguaje directo. Escribió tal y como contaría esos cuentos a un auditorio lleno de niños. Se apartó de artificios que únicamente los alejaban de la lectura y cuando escribía lo hacía pensando en el niño que una vez fue. Su mezcla entre la realidad más dura y criaturas mágicas consiguió hacer llegar lo más duro de la condición humana a su joven público, sin perder un ápice de esperanza de un mundo mejor.
Escribió 168 cuentos durante poco más de 35 años, y aunque estaban destinados a un público infantil, en poco tiempo se convirtió en uno de los escritores más famosos de su época. De repente, reyes y artistas buscaban su amistad, lo que le permitió una vida desahogada, al contrario de muchos de los escritores de la época.
La ironía de todo esto es que Andersen nunca llegó a sentirse cómodo entre los más pequeños, aunque supo mejor que nadie entenderles. Quizá fue un niño toda su vida, encerrado en un cuerpo que no sentía suyo.
Lo que nos queda es un universo extenso de sueños y esperanzas. Unos cuentos que han inspirado felicidad generación tras generación y seguirán acompañándo a los niños, y no tan niños, muchos siglos más.