
Refugiarse en Verdon y sus novelas es un acierto. Puedes tener el peor día y en el instante de abrir sus páginas notas que el mundo exterior ha dejado de tener importancia.
Su personaje, Gurney, es un regalo para los lectores que disfrutamos con sus casos y su forma de sentir la vida. Con el apoyo de su esposa, Madeleine, forman un tamden tierno, contrapunto perfecto a los horrores que suponen los casos. Unos acertijos que siempre son un reto a nuestra lógica. Y aunque sabes que puede, debe, tener una explicación racional al misterio, Verdon consigue que creas lo que no es.
En el libro de hoy mantiene sus señas de identidad: un misterio sin explicación, un asesino implacable, un entorno en el cuál nadie es lo que parece y Gurney, siempre, con su lógica y experiencia. Es una delicia ver al mundo volverse loco mientras nuestro detective mantiene un pensamiento ordenado y racional que nos va guiando hasta el desenlace. La pena es que el final nos llega demasiado pronto. Nos gustaría que sus novelas duraran mucho más.
El lector que se acerque por primera vez a los casos que magistralmente dibuja Verdon quedará enganchado en una tela de araña repleta de buena literatura de misterio. Quién sea asiduo al universo Gurney no saldrá decepcionado. Y aunque con El angel negro no llegue a la altura de Sé lo que estás pensando, sus páginas nos mantendrán enganchados hasta el último párrafo.
Una novela entretenida y con las mejores señas de identidad de un buen libro de novela negra. ¿Hay quién mejore la apuesta?