
Corria 1946, un periodo lastrado por los seis años de guerra que el mundo había sufrido. Era necesario una recuperación, económica, por supuesto, pero también anímica. Los niños habían vivido solo la guerra. Los jóvenes, los años de depresión económica, y los mayores, otra guerra casi tan devastadora como la que acababa de terminar.
Jacobs había encontrado en el cómic una salida profesional, haciendo que su carrera musical quedara cerrara. Cuentan las crónicas de la época que su voz y técnica podrían haberle hecho triunfar. Quién sabe. Lo que si es una realidad es que hoy podemos hablar de uno de los maestros europeos del cómic y de la novela gráfica. Quizá la mayor fama se la haya quedado Hergé y Tintín. Pero Jacobs fue su maestro, la persona que le inspiró en sus momentos de duda creativa. A pesar de la amistad que les llegó a unir, se cuenta que Hergé prohibió que las creaciones de Jacobs se publicaran en las mismas revistas que lo hacía él. La envidia, esa mala compañera de viaje.
El cómic más famoso del gran maestro fue Blake y Mortimer. Una pareja con muchas similitudes a la formada por Holmes y Watson. De hecho, sus aventuras tenían más componente detectivesco que de aventuras. Aunque, en sus más de 75 años de historia han viajado por el tiempo, se han enfrentado a dinosaurios y alguna que otra rareza más. Pero lo que de verdad les dió su fama fueron los álbumes que explotaban el lado deductivo de la pareja. Por supuesto, no faltaba el villano de rigor que, y esto es un detalle que me encanta, llevaba el rostro del propio autor.

Su álbum, La marca amarilla, es considerada por muchos expertos como la primera novela gráfica moderna. Y tal fue su impacto y éxito que surgieron imitadores en las cuatro esquinas del mundo.
La forma de trabajar de Jacobs era obsesiva. La composición de sus viñetas está repleta de detalles y datos reales. Nunca dejaba ningún álbum sin haberlo revisado hasta la saciedad y llegaba a paralizar las ediciones si no estaba totalmente satisfecho del resultado final.
En la actualidad todavía se sigue editando nuevas aventuras de estos dos servidores de su graciosa majestad y no muestran, de momento, signos de cansancio, a pesar de que hace más de veinte años que nos dejó su creador. Pero el legado que dejó y sus discípulos, mantienen vivo el recuerdo de uno de los creadores más influyentes de este arte.