
A diferencia de lo que nos contaba Javier en una entrada anterior, cuando yo leí a Asimov a los 20 años lo disfruté muchísimo y, a pesar de que no he vuelto a él en todos estos años, siempre lo he tenido en la lista de mis autores favoritos. La saga de la Fundación me tuvo tardes y noches enteras sin poder parar de leer y fue uno de los primeros libros de lectura conjunta que hice como adulta.
Ante este pasado mítico, una tiene miedo, en ocasiones, a la revisión que produce la relectura. Por eso, nunca me he atrevido a releer aquellas novelas que me enamoraron de joven. Otra cosa es intentarlo con un libro que no leí en su momento. Es un modo suave de retomar al autor querido, sin necesidad de revisar el pasado. Si no me gustaba, siempre podía achacarlo a que esta novela en concreto era la culpable, mientras mis lecturas de juventud se salvaban de la quema.
Esa es la razón por la que el año pasado me decidí a leer esta novela de Asimov. Es posible que muchos de vosotros la conozcáis, hayáis visto la película, o al menos conozcáis el argumento: unos científicos se meten en una nave y se miniaturizan. Una vez que consiguen ser lo suficientemente pequeños, se introducen en un cuerpo humano con una misión muy clara: salvarle la vida. Para darle más emoción a la trama, el efecto de miniaturización es limitado en el tiempo, por lo que el objetivo se ha de realizar contrarreloj.
La experiencia fue muy satisfactoria. Por supuesto, no hay que olvidar que se trata de una novela de ciencia ficción de los años 60 y que, por tanto, algunos aspectos inevitablemente han envejecido regular. No obstante, si uno se deja llevar por la trama, la emoción está intacta. Puedo decir que me mantuvo pegada a la lectura y que volví a recordar por qué me gustaba leer a este autor. Misión cumplida.
Esta novela en concreto no es de mis favoritas del autor (es posible que la razón sea haber visto la adaptación hacía varios años, así como otras historias clonadas). Para mí, aparte de la saga de la Fundación, los mejores libros de Asimov son Los propios dioses y El fin de la eternidad (que por cierto, siempre me ha parecido que el Ministerio del Tiempo estaba más relacionado con esta novela, que con Las Puertas de Anubis como juraba y perjuraba su autor)
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