Leí este libro hace varios años, cuando todavía no había oído hablar del autor. Fue una recomendación de una buena amiga, que me aseguró que me iba a gustar. Le hice caso, aunque sin demasiada fe. Ya sabéis a estas alturas que no me entusiasman los thrilers.
Entrar en este libro es comprar un ticket a la montaña rusa. Comienzas a leerlo y eres incapaz de soltarlo. Me recuerdo a mí misma leyendo por la noche, robándole horas al sueño; por la mañana, mientras preparaba los almuerzos de los niños; a la salida del trabajo, por la calle y en cada momento de la tarde en el que se me regalaban cinco minutos libres. No podía dejarlo, pues durante esta lectura voraz, tuve la adrenalina todo el tiempo a flor de piel.
El argumento es muy potente: un cirujano está a punto de operar a una persona muy importante cuando recibe un mensaje: han secuestrado a su hijo y para recuperarlo debe asegurarse de que su paciente no sobrevive a la operación. El juramento hipocrático frente al instinto de padre. También es potente la técnica que usa, con una cuenta hacia atrás desde el momento en el que comienza todo hasta la hora de la operación.
Un libro excelente si buscas unas horas de entretenimiento. La trama te atrapa completamente y te permite entrar en la angustia de su protagonista con rapidez. También es cierto que no es una novela que se quede contigo. Sus personajes no pasan a formar parte de tu vida, ni te proporcionan un cambio interior. Como os decía, es un simple y precioso billete a la montaña rusa. Ni más ni menos. Cuando pasa el tiempo y piensas en él dices ¡guau! Qué intenso fue mientras duró.
El sitio de mi recreo 