
Aunque eclipsado por el éxito de su adaptación cinematográfica, la obra de Sinclair Upton sobrepasa con creces al largometraje. Soy fan incondicional del actor Danny Day Lewis y su interpretación del magnate del petróleo Arnold Ross es impresionante, pero no hay comparación posible entre la profundidad psicológica de los personajes de la novela, el estudio documental que hizo el autor de la época y los hechos relatados, y sobre todo, la intensidad de cada página que nos hace partícipes involuntarios de las acciones narradas.
Upton nos lleva a California, principios del siglo XX, donde un hombre hecho a sí mismo, Ross, va ascendiendo social y económicamente gracias a los pozos de petróleo. Como curiosidad y que aporta aún más interes, hay que señalar que el autor se basó en los hechos reales acaecidos durante el gobierno del presidente Harding y que estalló en un escándalo nacional.
El protagonista, a través de chantajes, extorsiones y tratos turbios nos conduce a una espiral descendente por las peores conductas humanas que guían la ambición y la falta se escrúpulos. Como contraposición nos encontramos a su hijo Bunny. Un personaje ambiguo en su pensamiento y acción. Un hombre débil y manipulable que sirve para dar paso a una galería de compañeros que son los que aportan el verdadero sentido de la lucha de clases. De sus intervenciones nos quedan las mejores frases y tramas, sin contar con el magnate del petróleo.
La intención de Upton fue narrar el comienzo de la lucha sindical en EEUU y todo lo que generó posteriormente. Quizá la narración no es igualitaria y nos queda la sensación que esa lucha está en manos de personajes menos capaces, aunque comprometidos. Y todo con un trasfondo religioso que es usado como guía de comportamiento que hoy día puede ser visto trasnochado pero en la sociedad americana de principios de siglo fue eje de moral y de comportamiento.
Una novela sobresaliente de un autor comprometido y con una prosa clara y muy rotunda. Una aproximación a un pedazo de historia fascinante que hay que conocer. Imprescindible.