El 26 de noviembre de 1865, hace hoy exactamente 156 años, se publicó esta pequeña novela que, como todo buen clásico, no ha perdido ni un ápice de su frescura.
Categorizada como novela infantil, a estas alturas todos sabemos que es mucho más que eso y que permite distintas lecturas dependiendo de la edad del lector. Somos legión los que la consideramos una de nuestras novelas favoritas y vamos por la vida reconociendo a todos los conejos que siempre van con prisa a todas partes, a todos los sombrereros a los que hay que seguirles la corriente y a todas las reinas de corazones cuyo objetivo en la vida es ir cortando cabezas.
En la entrada de hoy, os hablo en concreto de la edición de este libro que hizo Catedra. Es una edición fabulosa que me recomendó mi librero y que combina el cuidado estético (a pesar de ser de bolsillo tiene unas ilustraciones muy interesantes en su interior) con un gran componente crítico. La introducción y, sobre todo, las notas nos permiten comprender mucho mejor los matices y dobles sentidos del texto de Carroll.
Atreveos a volver a descubrir las aventuras de Alicia desde una mirada de adulto. Creo que es un viaje que merece la pena hacer.
Este fin de semana he leído este pequeño libro de relatos sobre la niña más fuerte del mundo. Me decidí a leerlo porque me permitía cumplir uno de los puntos del #Retopata de este año (que estoy a punto de terminar) y porque me permitía revisar una opinión de largo recorrido. Y es que yo odiaba a este personaje desde mi más tierna infancia. Una niña salvaje, desordenada, que incumplía todas las normas y me ponía muy nerviosa. Mi impresión ha sido tan distinta que me quedo ahora con la necesidad de volver a ver la serie (que es dónde comenzó mi animadversión). La niña que me he encontrado en este libro es adorable. ¿No supe entenderla o es que la serie no transmitía lo mismo que los relatos? Investigaré.
Los relatos de Pippi Calzaslargas son una mezcla deliciosa de ficción y realidad. Es ficción, claro está, la historia de una niña que vive sola con un mono y un caballo, con más dinero del que es capaz de gastar (tipo Batman) y con una fuerza sobrehumana (tipo Superman). Pero esos toques fantásticos le permiten hablar de un modo directo y descarnado de la realidad.
Los relatos de Lindgred hablan de la realidad de los niños huérfanos y la inoperancia de los servicios sociales, que no son capaces de darles una infancia normalizada; habla de los abusones que hacen bulling a los niños; del clasismo de las mujeres de clase medio-alta; de la soledad de los ancianos; de la brutalidad de la gente hacia sus animales; de los padres que no son responsables y siguen viviendo como si no tuvieran hijos… mil temas difíciles de abordar que, gracias a mezclarlos con la ficción de una niña increíble, pueden ser reflejados en toda su crudeza.
Pippi Calzaslargas es una superheroina que impone justicia y reclama felicidad allá donde va. Pero, pese a todo, no deja de ser una niña de 9 años sola y semianalfabeta. Bajo su capa de invulnerabilidad, descubrimos un personaje que sufre ante las injusticias, que echa de menos a sus padres, que tiene tan asumida su soledad que se escribe cartas a sí misma, que no se atreve nunca a pedir nada para ella y que reconoce que hace muchas cosas mal. Una niña tan herida que ni siquiera se plantea pedir que le curen las heridas. Se las cura ella, a base de imaginación y juegos. Huye de la tristeza y las quejas, porque en el fondo sabe que su decisión de ser optimista es lo único que la salva del abismo.
Superpoderes, una inalterable necesidad de justicia, empatía y vulnerabilidad. La Pippi que he encontrado en estos cuentos no puede gustarme más. ¿Encontraré lo mismo en la serie?