
Es inevitable acordarse de Orwell y su 1984 cuando nos acercamos a esta novela, escrita por una de las novelistas de misterio más famosas de los últimos años. Imprime su propio sello, pero las semejanzas entre una y otra propuesta saltan de inmediato.
Una distopia, una vez más situada en Inglaterra, y con un control de natalidad subyacente es el comienzo de la novela de James. Hay que reconocerle la creación de un ambiente muy sombrío, y los personajes que tienen su protagonismo muestran una cierta tendencia a derrotismo.
Al igual que Orwell, el punto de partida es la restricción de unos derechos fundamentales en favor de una convivencia pacífica. Pero, oh sorpresa, las limitaciones en esos derechos que socavan el libre albedrio del ser humano conducen a, en primer lugar, una inanición del espíritu, degenerando en una obediencia parecida a un rebaño de ovejas. En segundo lugar, en un proceso que irá creciendo exponencialmente, y conducirá a una rebelión contra unas normas que chocan frontalmente con la condición humana.
El estilo de James, acostumbrada a la creación de misterios, personajes ambiguos y diálogos que suelen abrir pistas falsas, aporta un punto de vista diferente con relación a la obra clásica de Orwell. En un momento dado olvidamos la crítica social y política, en favor de un relato de suspense. No es mala opción, siempre que seamos capaces de no estar comparando continuamente entre las dos novelas. Por ejemplo, el protagonista sigue durante toda la novela un camino que no termina de situarlo a favor o en contra del sistema. Nunca podemos estar seguro de si sus acciones están guiadas por la lucha contra el sistema o simplemente busca una salvación particular.
Las ideas subyacentes que maneja la autora empiezan a plantearse de forma muy seria en la sociedad. La falta de natalidad en el mundo occidental, la desigualdad de los recursos necesarios o el cuestionamiento sobre nuestra propia extinción son temas recurrentes que cada vez con más frecuencias destacan en las noticias. Pero que nadie se lleve a engaño, no hay respuestas en la novela, tan solo la amarga certeza que estamos abocados a un final dramático.
Como entretenimiento, Hijos de los hombres es una gran opción. Para aquellos que busque una reflexión más profunda siempre quedaran Orwell o Huxley.