
Quizá merecía un final mejor. Ese fue el pensamiento que me asaltó en muchas partes del libro. Tenía un regusto amargo después de haber esperado el adiós de Montalbano como quién espera una triste noticia.
Pero hay que ser justos con Andrea Camillieri. Escribió este libro cuando su fama estaba en lo más alto. Y esa fama lo estaba asfixiando. En 2005, Camillieri estaba harto de Montalbano. El inspector más gruñón de Sicilia tenía entidad propia, una serie de televisión, y lo peor de todo, exigía a su autor un constante mimo y una total atención.
Todo ello impulsó una novela que era más un desahogo que un libro de la serie. Riccardino es un diálogo continuo entre los dos. Un intercambio de la frustración que sentía Camilleri por no tener tiempo, ni libertad, para escribir en otros proyectos.
Lo de menos es el argumento. En esta ocasión, la novela negra queda en un segundo plano. Igual ocurre con los secundarios que han acompañado a Montalbano en más de treinta libros. Y esta es la única queja que tengo. Querría haber disfrutado de un final cerrado. Uno donde nuestro comisario y su eterna novia se mudaran a vivir juntos. Un desenlace donde sus ayudantes tomaran el mando de la policía de Vigata y lo dejaran disfrutar tranquilamente de la comida y sus paseos por la playa.
Me da pena saber que eso solo estará en mi mente. Al final, Camilleri se tomó la venganza y no cerró un círculo que parecía estar cerca.
Sin embargo, nos quedan todas las historias que nos ha regalado. Novelas que han dado para reir, llorar, criticar, pensar y, sobre todo, disfrutar. La serie de Montalbano es un brindis a la vida. Por encima de asesinatos y desgracias, la pluma de Camillieri nos dibuja un mundo que merece la pena disfrutarlo. Si es leyendo, con una copa de vino y el olor del mar de fondo, mejor que mejor.
Al final daba igual esta última entrega. El camino que hemos recorrido juntos, todos los que caimos rendidos al personaje, es un regalo irrepetible. Un viaje espectacular desde Sicilia. Y siempre tendré la posibilidad de releer cualquiera de sus novelas para seguir sonriendo.
¡Grazie, Andrea!