
En enero de 2022, hace ahora justo un año, leímos en el club de lectura Los Pazos de Ulloa, una obra dura y certera del campo gallego del XIX. En la entrada que hice entonces terminaba diciendo que me quedaba con las ganas de leer la segunda parte y que no tardaría mucho en hacerlo. Un año después he podido satisfacer este deseo.
La madre naturaleza es una novela luminosa, magnífica. Si Los pazos de Ulloa fue una lectura dura, en cierta medida sórdida, oscura, que transmitía una sensación de encierro y de ahogo, esta segunda parte es todo lo contrario. Aquella discurría fundamentalmente en el interior de la casa y cuando describía escenas del exterior, recuerdo tormentas y oscuridad; por el contrario, aquí la acción discurre fundamentalmente en el exterior, en magníficos días de sol y de luz. Ahora que he leído las dos partes, creo que para juzgar bien la propuesta de Pardo Bazán es preciso leer ambas. Ojalá las nuevas ediciones las publiquen juntas porque creo que forman un todo que no se debería separar.
Más allá de las grandes diferencias en el tono general de la novela, La madre naturaleza contiene muchos ingredientes de su antecesora: la descripción detenida del paisaje, que en ocasiones ralentiza excesivamente el curso de la acción, el sentido trágico y determinista de la vida, la variedad lingüística empleada, que, aun siendo inventada, trata de acercarse al modo de hablar de la gente de campo o un cierto coqueteo con el terror (en esta ocasión, una escena en el propio cementerio).
En términos generales, tengo que admitir que, si la primera parte me gustó, esta me ha gustado muchísimo más. Los personajes están más trabajados, la ironía es más fina y trata el tema de la mujer de un modo mucho más feminista, desde mi punto de vista. Os animo, por tanto, a que no dejéis de leer esta obra considerada menor, como continuación, contrapunto y complemento de aquella, que es la que tiene más fama. Las dos juntas crean una obra espléndida.