
Hace unos días que terminé de leer esta novela de Rosa Montero, pero no había tenido tiempo de pasar por aquí.
La verdad es que cuando comencé a leerla y vi que la protagonista y narradora era una niña, di por hecho que el título se refería a ella. No obstante, pasaba el tiempo y algo no me cuadraba. La protagonista es maravillosa, tierna, despierta, pero no me la imaginaba especialmente bella (nadie lo mencionaba) y desde luego, en absoluto es oscura. Esta niña es todo luz.
Y entonces me di cuenta: el título (qué bien encontrado está) no se refiere a ninguno de los personajes femeninos, sino a la historia misma. Porque estamos ante una novela dura, en la que se describe un mundo inhóspito y oscuro, pero la historia es bella, bellísima. Rosa lo vuelve a hacer y nos presenta la belleza de una flor rarísima que ha surgido del asfalto.
Con la atmósfera de un cuento (con sus niños protagonistas, los malvados terroríficos, el héroe esperado e incluso el hada madrina), Rosa Montero nos lleva de la mano a la vida en un suburbio. Con los ojos de la niña que todo lo ve por primera vez asistiremos hipnotizados al duro acontecer de una vida difícil, llena de peligros, de personajes sórdidos, de prostitución, malos tratos, tráfico de drogas y violencia.
Entrar en Bella y oscura implica acceder a una operación de cataratas, si se me permite la metáfora. Porque tras la mirada infantil el adulto que lee encuentra una verdad desnuda y terrible. Ojalá ningún niño tuviera que vivir en ese ambiente los años más decisivos de su vida. Ojalá los adultos no perdiéramos la capacidad de ver la realidad con los ojos de la infancia. Una vez más, qué grande, Rosa Montero.