
Ya llevamos dos semanas de lectura del libro póstumo de Almudena y me paso por aquí para deciros que mi impresión del libro ha cambiado bastante con respecto a la primera semana.
No me entendáis mal. No es que haya dejado de ser incómodo, porque lo sigue siendo. Pero ahora es mucho más que eso. La verdad es que la historia me ha atrapado y aunque me inquieta tanto como este otoño veraniego al que no acaba de llegar el frío, necesito seguir leyendo para saber cómo termina la vida de unos personajes a los que he cogido cariño.
Porque creo que esa es la diferencia fundamental entre mi impresión de la primera semana y la de esta. Almudena utiliza aquí, como en muchas otras de sus novelas, la técnica de la colmena, pasando de un personaje a otro sin tregua. Y los primeros días, que nos estaba presentando a los personajes, estaba mareada intentando entender para qué me hablaba de tantas vidas dispersas. Sin embargo ahora todo ha cobrado sentido: los personajes tienen relaciónes entre sí, interaccionan unos con otros, y los conocemos de un modo mucho más profundo. La distopía en la que se ven inmersos es igual de desasosegante, pero mi implicación en general es mucho mayor.
Tanto es así que ya he comenzado a hacerme preguntas interesantes: ¿cómo actuaría yo en esas circunstancias? ¿Sería capaz de darme cuenta de la realidad? Pero también ¿Qué quería decirnos Almudena con este relato tan apocalíptico? ¿Adónde quería llevarnos con todo esto? ¿Se estaba dejando llevar por los discursos más conspiranoicos, tan comunes en nuestros días, o se trata de otra cosa?
No sé a dónde nos lleva la autora, pero tengo claro que ya me ha enganchado y que la acompañaré hasta el final, por muy incómodo que sea el viaje. Igual que sé que cuando la termine me pasaré por aquí a compartir impresiones con vosotros.