Publicado en Ensayo, Libros

El error de Descartes (Antonio Damasio)

Hoy os traigo por aquí uno de mis libros favoritos. No sé las veces que lo he leído, lo he regalado y lo he recomendado. Y no es cosa mía. Sin duda, mi pasión por este pequeño ensayo es compartida con muchos aficionados a la neurociencia.

El objetivo fundamental del autor en este libro aparece ya en el mismo título. A pesar de la propuesta tradicional de que las emociones son un enemigo del pensamiento racional, Damasio trata de convencernos de lo contrario: no es posible tomar decisiones sensatas si renunciamos a utilizar la información emocional.

Para ello, el libro está dividido en tres partes. La primera nos recuerda los libros de Oliver Sacks. Comienza repasando el caso de Phineas P. Gage, el capataz al que el verano de 1848 una barra de hierro le penetró de un lado a otro de la cabeza y sobrevivió para contarlo. Lo extraordinario de este caso radica ahí, en su supervivencia, pero continúa en el cambio radical que el accidente provocó en la personalidad de Gage. A pesar de que su razonamiento parecía inalterado, las decisiones que tomó tras el accidente dejaron de ser sensatas, lo que ya parece ser un indicio de que la emoción es imprescindible para tomar las decisiones adecuadas. Damasio nos habla de otros casos más modernos en los que la pauta es la misma: una lesión en los circuitos neurales que procesan las emociones implican una mala toma de decisiones.

La segunda parte abandona el ámbito clínico y se centra en la explicación neurocientifica de este hecho. Damasio da una explicación biológica, evolutiva e incluso filosófica, me atrevería a decir, de la imbricada relación de razón y emoción. Desde la primera vez que lo leí tengo en mejor estima esos pálpitos que atribuimos a la intuición y que en muchas ocasiones nos salvan de una mala decisión o, quizá mejor aún, de la incapacidad para tomar decisiones.

La tercera parte da un paso más en la ecuación y habla de otra de esas grandes dicotomias que es necesario trascender: la que distingue entre mente y cuerpo. Porque el cerebro, para poder tomar buenas decisiones, necesita sentir el cuerpo que le sirve de soporte. Las personas que, como yo, tenemos un trastorno propioceptivo, sabemos bien de lo que habla Damasio. El alma del ser humano no está en el corazón, pero tampoco está únicamente en su cerebro. La identidad neural del yo ocupa todo nuestro cuerpo. La percepción, las sensaciones, el dolor o el placer son componentes básicos que nos hacen ser quienes somos.

Un libro maravilloso que os recomiendo vivamente. Ya me contaréis.