
Terminada la segunda semana de lectura de Amor no correspondido y hay una sensación agridulce entre los miembros del club. He de reconocer que pasados unos pocos capítulos, la novela deja de sorprender, no enamora.
La historia se vuelve un tanto anodina, quizá porque las vidas que se cuentan así lo son.
Estoy leyendo estos días noticias, reseñas y artículos dedicados a Barbara Pym. Su vida fue de todo, menos aburrida. Nunca se casó, pero el amor siempre estuvo a su alrededor. Quiero decir con esto que escandalizó a una sociedad inglesa decadente en su apogeo colonialista y moral. Nunca aceptó seguir la conducta que se esperaba de ella y aunque participó activamente en eventos organizados por iglesias con fines humanitarios, no hay nada en su biografía que presuponga una moralidad pegada a la religión.
Sin embargo, este libro, no puedo generalizar a toda su bibliografía, no puede ser más blanco, atado a las costumbres. Y, aunque hay pasajes donde puede vislumbrarse esa ironía y crítica social, todo queda tapado por el costumbrismo de sus personajes y situaciones.
Espero que el último tercio suponga un pequeño cambio en la línea argumental. Un cambio en la emoción que transmite. Quiero, deseo, que su fama se justifique. Quiero que Pym nos deslumbre como lo hizo a toda una generación de lectores y críticos, que la siguen considerando una de las escritoras más importantes de finales del siglo XX.
Dentro de una semana, la solución.