Publicado en Libros, Teatro

El mercader de Venecia (William Shakespeare)

Cuando leía La noche en que Frankenstein leyó el Quijote caí en la cuenta de que no habíamos hablado nunca de William Shakespeare. Y no ha sido por descuido, no. Simplemente que el gran autor inglés no es una de mis opciones a la hora de escoger lectura. He de decir que lo he leido poco y casi nunca con buen sabor de boca. Prefiero a autores clásicos españoles. Y no es rancio patriotismo, desde luego. Simplemente que el autor inglés nunca me ha tocado la fibra con sus obras. Mejor dicho, casi nunca. Hubo una excepción. El discurso del judío Shylock ante los que le van a juzgar se quedó en mi memoria desde el mismo momento que llegué a el. Estoy seguro que, incluso sin estar familiarizados con El mercader de Venecia, podrán adivinar a que líneas me refiero:
Un judío ¿no tiene ojos, no tiene manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No se alimenta de lo mismo? ¿No lo hieren iguales armas?¿ Acaso no sufre de iguales males? ¿No se cura con iguales medios? ¿No tiene calor y frío en verano e invierno como los cristianos? Si nos pinchan ¿no sangramos? Si nos hacen cosquillas ¿no reímos? Si nos envenenan ¿no morimos? Y si nos ofenden ¿no nos vengaremos?…
Todo un alegato contra el racismo dentro de una obra ligera, cómica en su trama pero que no puede evitar esas gotas de drama y tragedia.
Una obra teatral, en apariencia sencilla, pero que una lectura más profunda revela la denuncia social que hay en ella. Quienes, aparentemente, parecen buenos presentan un comportamiento bastante denunciable. Y el malo, el judío, queda reflejado como un ser que únicamente  buscaba ser parte de una sociedad que lo necesitaba pero no lo aceptaba.
Una comedia un tanto forzada en sus giros pero que merece la pena por ese fragmento, por un discurso que hace imposible no emocionarse ante esas palabras.
Algún día enmendaré mi desapego por Shakespeare, con la lectura de sus grandes obras. Mientras ese momento llega, les recomiendo encarecidamente esta pequeña obra, con mucho más de lo que asoma en su superficie.