
Los cómics siempre han sido parte importante de mi vida. Desde que empecé a leer, lo hice de la mano de ellos. Los veranos de mi adolescencia están llenos de tardes en bibliotecas acompañado de Tintín, o Astérix, o… los protagonistas de hoy. Eran unos álbumes que pasaban desapercibidos para un público infantil, pues su estilo clásico no encajaba con el gusto de la infancia. Tampoco los adultos querían acercarse a un estilo que aunaba la ciencia ficción con el Imperio Romano. Quizá por ello, su alcance al público ha sido menor al que por méritos propios le deberia haber correspondido.
El Imperio de Trigan nos narra la historia de una tribu, en un planeta ficticio, que pasa de pueblo nómada a imperio predominante. A lo largo de sus más de 25 años de historia editorial, somos espectadores de unas historias que jugaban con las tendencias marcadas por los grandes escritores de la época de ciencia ficción, al tiempo que extraía de la historia las intrigas palaciegas y luchas dinasticas de los grandes imperios. Una combinación magníficamente resuelta en unos guiones adultos y sin fisuras.
Todo el conjunto hubiera sido ya fantástico, pero el dibujo, su realismo y detallismo, hace que alcance la categoría de clásico imprescindible en cualquier biblioteca que se precie.
Como señalaba al principio, no fue una explosión de popularidad hacia el gran público, pero las recientes reediciones que se están haciendo, van consiguiendo que las aventuras de sus protagonistas vayan teniendo un nuevo público. Y siempre es de agradecer para sus antiguos lectores poder encontrar viejos números perdidos.
Sin duda, una obra para disfrutar de una lectura sosegada, disfrutando de historias muy bien elaboradas y con un gusto visual exquisito. Para quién no se haya acercado nunca al Imperio de Trigan, puede ser una oportunidad de descubrir una obra maestra del género.