
Llevo tiempo con ganas de leer este primer volumen de En busca del tiempo perdido. Incluso había pensado proponerlo como posibilidad para el club de lectura, pero sus casi 600 páginas me quitaron la idea de la cabeza. Era, en cualquier caso, uno de mis eternos pendientes. Así que cuando vi que en el encuentro de Benasque que tendremos dentro de una semana íbamos a hablar de este libro, no dudé de que había llegado nuestro momento.
Por el camino de Swann es un libro muy especial, en el que he tenido sentimientos muy dispares. Como seguramente sabréis, esta dividido en tres partes, de tal modo que la primera y la tercera es la historia del protagonista en primera persona, rememorando su infancia, pero la segunda parte es una especie de paréntesis donde el protagonista nos habla de los amores de Swann, un viejo conocido de la familia.
Os decía que se trata de una lectura muy poco homogénea, en la que he pasado por distintos estados de ánimo. No obstante, hay características que persisten durante toda la novela. Está muy bien escrita, en un estilo nada sencillo ni para el autor ni para el lector, pues utiliza frases larguísimas llenas de adjetivos y complementos, pero su maestría es incuestionable y sale más que airoso de un estilo tan complejo. Su tono es intimista y reflexivo. La protagonista aquí es la consciencia, no los hechos narrados, por lo que no vayáis a buscar grandes aventuras.
Lo mejor del libro, al menos para mí, son los fragmentos en los que reflexiona sobre experiencias que yo misma he tenido. Son pasajes fabulosos, en los que he disfrutado muchísimo, porque pone en palabras sensaciones que he experimentado, pero sobre los que raramente se reflexiona. Su sensibilidad, su precisión lingüística y esa sensación de identificación hacen de estos pasajes un tesoro al que volveré con frecuencia.
En paralelo, lo peor del libro son aquellos pasajes en los que narra sensaciones y acontecimientos que siento muy ajenos a mí. En esas ocasiones, en el mejor de los casos me ha aburrido. Esos periodos largos, esa tendencia a desmenuzar las sensaciones que antes me fascinaban aquí me invitaban al sueño. En el peor de los casos, me enfadaba. No en vano, un hombre de principios del siglo XX y yo tenemos una gran distancia ideológica en muchos de los temas que sobrevuelan la novela. En especial, claro está, en la imagen de la mujer y en cómo vemos las relaciones homosexuales entre mujeres.
Se trata, en definitiva, de una novela que me ha proporcionado momentos de felicidad, momentos de hastío y momentos de infelicidad. Como la vida misma.
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