
Tal y como decía Javier en la entrada de ayer, los fines de semana calurosos como este son propicios para pequeñas lecturas que nos acompañen en los viajes, en las mañanas de piscina o en las tardes a la sombra. Pues bien, a la lista de recomendaciones que ayer nos daba él, podemos añadir el relato que os traigo hoy: una pequeña historia que se lee en menos de tres horas, pero que te regala un Zweig en estado puro.
En pocas páginas, el autor vienés vuelve a hacer la magia a la que ya nos tiene acostumbrados. Nos mantiene atrapados en la historia, tratando de adivinar quién es inocente y quién culpable. A medida que avanzábamos en la lectura, consideramos distintos finales posibles: tan pronto apostábamos por uno de los personajes y nos lo habríamos jugado todo por su inocencia, como nos parecía descubrir que era todo lo contrario. A lo largo de la mañana hemos considerado muchas opciones y, sin embargo, tenemos que admitir que el final nos ha sorprendido de algún modo a los dos.
Y, más allá de la intriga que entretiene muchísimo, Zweig en este relato vuelve a hablar de temas universales que nos permiten reflexionar sobre nuestra propia realidad. El autor habla aquí del sentido de la vida, de las relaciones familiares, de la culpa, del amor, del perdón y la venganza, de si existe el derecho a las segundas oportunidades, de la vergüenza, del deseo de morir y, sobre todo, claro está, del miedo. Emociones y sentimientos universales que hacen que esta pequeña historia transcienda el universo burgués de la Viena de hace más de un siglo y hable, en realidad, de todos y cada uno de nosotros.
Feliz sábado a todos. Si os animáis a entrar en este breve relato de Zweig, no dejéis de contarnos qué os ha parecido.