
La pasada Semana Santa me traje de la librería Cámara, en Bilbao, este pequeño libro de Zweig, una recopilación de artículos escritos de 1914 a 1941. Una pequeña joya a la que volveré, estoy segura, de forma regular a partir de ahora.
A los que me preguntan cómo puedo estar tan segura de que Zweig es mi autor favorito normalmente les hablo de lo bien que escribe, de su sensibilidad y su capacidad de abrirnos una ventana directa al alma de sus personajes, de su vasta cultura y su conocimiento profundo de la historia o de su capacidad para apasionarnos y mantenernos pegados a las páginas de sus libros durante horas. Sin embargo, tal vez por encima de todas estas brillantes cualidades, está la más importante de todas, de la que nunca hablo: Zweig comparte conmigo una visión del mundo, una jerarquía de valores, una ética y una filosofía de vida. En él he encontrado un amigo que sabe poner en palabras mucho mejor que yo lo que siento, lo que quiero y lo que pienso.
Este pequeño recopilatorio de ensayos me ha hecho especialmente consciente de esta íntima conexión que existe entre el pensamiento de este autor y el mío. A lo largo de sus páginas encontramos una defensa acérrima a la ciencia, al intelecto, a la idea de Europa como lugar de encuentro, al arte, a la historia, al disfrute de la vida. Zweig desconfía tanto como yo del sentimiento nacionalista, del patriotismo belicoso, que necesita siempre sangre y enemigos, del dios que enfrenta y divide a las personas, del ansia de victoria que llevará a Europa, una y otra vez, a la guerra y a la destrucción.
Cuánta falta nos hace leer a Zweig en estos días aciagos de principios del siglo XXI. Hoy, como en 1914, pensábamos que la guerra en Europa ya no era posible y sin embargo aquí estamos, observando, incrédulos, un nuevo auge de los nacionalismos más rancios. En el mundo en el que me crié, parecía que todos compartiamos que el progreso y el futuro venían irremediablemente unidos a la ciencia, a la apertura a los otros y al triunfo de los derechos humanos. Lamentablemente, el mundo en el que habito como mujer de mediana edad es muy distinto y cada día vemos cómo perdemos terreno ante los prejuicios contra el diferente y ante la desconfianza, vieja conocida, a los intelectuales y el conocimiento.
En estos momentos difíciles, Zweig es un amigo que nos ayuda a expresar con clarividencia lo que muchos intuimos. Cuidado con esos brotes bélicos nacionalistas. Cuidado con la desconfianza hacia el intelecto y hacia los proyectos progresistas de defensa de los derechos humanos. Cuidado con esta vuelta a los bajos instintos. Ya hemos caminado por ahí y ¡no lo olvidemos! juramos no volver a hacerlo.