
Segunda y última semana de lectura del libro elegido para este mes en el club de lectura. Y me temo que las sensaciones que tuve durante la primera se han repetido. Si hay una palabra que pueda definir mi sensación ante los capítulos finales es alivio. Alivio por terminar, por no volver a pasar otra página de una crónica familiar dramática, desde luego, pero contada de tal manera que no he podido ni por un instante empatizar con la autora. Quién me conoce sabe que lloro con cualquier cosa…, así que algo ha fallado para que mi mente no entrara en la familia ni en sus vivencias.
Me dijo Mamen que para ella le faltaba una vuelta. Una manera más reflexiva de exponer los hechos ante el lector. Puede que sea cierto. Puede que la sucesión de desgracias, suicidios y abusos necesite un enfoque distinto para conseguir que el lector se estremezca ante la gravedad de lo que sucede en sus páginas.
La semana pasada contaba que su abuso de sinonimos y adjetivos impedía que el ritmo en su lectura fuera agradable para mí. Posiblemente se añada la dificultad de encontrar unos hechos muy graves contados en párrafos aislados y sin mucho desarrollo. Parecen dos extremos que podrían chocar, sin embargo una frase muy larga cargada de adjetivos relativos a la tristeza no me parece la mejor manera de narrar emociones y sentimientos.
Ahora queda mi reflexión y escoger sobre qué debemos hablar en el próximo encuentro del domingo, sin embargo, la sensación de alejamiento hacia la historia me hace muy difícil centrar los temas a debatir.
Cómo siempre confío en todos los miembros del club, a los que además, les está encantando el libro, y me presten su sabiduría y puntos de vista para conseguir un gran encuentro. Uno más.
Pero esa será otra historia. Y os la contaremos.
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