
Después de más de un año de blog y habiendo escrito 497 entradas (casi nada), acabo de caer en la cuenta de que no os he traído ni uno solo de los clásicos medievales o renacentistas de la literatura hispánica. Para solventarlo, hoy voy a hablaros de uno de los libros que más me gustan de ese periodo: El conde Lucanor. Os aconsejo, además, que os acerquéis a él en esta edición de Catedra, en castellano medieval y con una más que interesante anotación crítica. Os ayudará a disfrutar mejor de este clásico de nuestras letras.
Es muy probable que todos conozcáis el argumento: un conde (Lucanor) acude de manera regular y sistemática a su consejero (Petronio) para saber su opinión sobre cómo debería comportarse o qué debería hacer en determinadas circunstancias. Cada capítulo es una pregunta / respuesta.
Tanto las dudas que tiene el señor como los consejos que da Petronio ejemplifican muy bien la época en la que la obra fue escrita. Cómo comportarse con sus enemigos, cómo afrontar la muerte, cómo probar la lealtad de los hijos… los problemas que afronta Lucanor podrían servir de espejo a las preguntas que se haría cualquier noble de su tiempo.
En cualquier caso, lo que hace que este libro sea uno de mis favoritos es la estructura que presenta. Petronio no se limita a responder a su señor. Por el contrario, cuenta una historia en la que alguien tuvo la misma duda y relata lo que hizo para resolverla y cómo resultó esa decisión. Esta estructura de muñecas rusas en ocasiones incluso se complica más con nuevas subhistorias y en todos los casos termina con un par de versos en los que se recoge la moraleja del capítulo.
Muchos de vosotros ya os habréis dado cuenta de la genialidad de esta propuesta: sin haber leído a Bandura, D. Juan Manuel domina los fundamentos del aprendizaje vicario y sabe que el lector se va a fiar de un consejo que no solo le fue bien al conde, sino que ya antes había resultado útil para otros. Es más, también reconoce la importancia de la memorización, ofreciendo esos dos versos finales para que nadie olvide el consejo. Marketing en estado puro.
Y digo marketing porque de algun modo el Conde Lucanor está usando, con 6 o 7 siglos de antelación, una fórmula que utilizarán, con éxito, los anuncios televisivos de los últimos 50 años: el valor de la experiencia ajena (<<compra algo porque fulano lo compró y le fue fenomenal en la vida>>) y del eslogan pegadizo.
Además de esto, la lectura de este clásico os permitirá disfrutar de los ingredientes universales del cuento: animales antropomórficos con preocupaciones humanas, situaciones cómicas y aventuras con final feliz.
Sé lo que cuesta dar el paso de leer una obra del siglo XIV, pero os animo a que lo hagáis y os paséis por aquí a contarnos cómo ha ido