
Ayer terminó nuestra segunda semana de lectura de Dublineses. James Joice presenta, a través de sus cuentos, una imagen negra de un Dublín lleno de problemas. Sus personajes sueñan con una vida distinta, son adictos al alcohol, tienen relaciones tóxicas, maltratan a los niños, se autosabotean la felicidad… Si discriminamos por sexos, ellos son agresivos, machistas, vagos; ellas sobreviven a duras penas, siempre al filo de la navaja. Una triste perspectiva del Dublín del siglo XIX.
De todos los personajes de los seis cuentos que hemos leído esta semana, creo que el único que se salva es María, una mujer capaz de ver lo bueno en las situaciones y en las personas, por muy difícil que se lo pongan. Un soplo de aire fresco, una mirada limpia e ingenua que hace que Dublín sea un poco menos gris gracias a ella.
La forma de escribir de Joice nos sigue llamando la atención. No es, desde luego, una prosa fácil de leer. Todos en algún momento le hemos echado la culpa a nuestra edición y hemos andado comparando versiones en Twitter: la edición en inglés frente a la traducción al español; la edición española frente a la argentina… puede ser que las ediciones sean mejorables, pero creo que en el fondo es Joice el que complica la lectura.
De momento, no me está gustando demasiado. Tengo todas mis esperanzas puestas en la última semana, que hoy comienza. No en vano todo el mundo dice que el último de los cuentos, el más largo de todos, es maravilloso y hace que todo lo demás merezca la pena. Sigamos, pues, adelante con la lectura de Dublineses, a ver dónde nos lleva.