
¿Comenzamos el fin de semana con una buena dosis de rock?
Cómo dijo cierto Padrino, esta es una oferta que no podéis rechazar. Y si encima hoy hablamos de uno de los grupos más importantes del panorama rockero de nuestro país, casi puedo asegurar que llenaremos la sala de concierto.
Porque Extremoduro es uno de esos casos muy raros en la música donde el paso de los años ha ido acrecentando su fama y éxito. Cuando parecían que iban a quedarse en una más de las múltiples formaciones que surgieron en los años 80, su persistencia y un espíritu rebelde contra la fórmula comercial, consiguieron que, a día de hoy, todo el mundo los conozca.
Es cierto que el éxito del disco de hoy les permitió acceder a mejores medios de producción y mejores estudios, pero también es una realidad que nunca han renegado de sus gustos e ideas musicales.
Robe siempre ha sido un creador inagotable, con fuentes de inspiración tan insospechadas como Miguel Hernández o Machado. Pero ese trabajo se echaba un tanto a perder por las malas producciones de las grabaciones, o esos conciertos caóticos, más parecidos a guerras de objetos e insultos.
Pero llegó una persona, Iñaki Antón, y asentó cierto orden y disciplina en una formación que tenía destellos pero era más odiada que seguida.
Todos los críticos musicales coinciden que la unión de Robe e Antón fue el despegue ante la crítica y supuso entrar en los circuitos de conciertos destinados a los grandes.
Aunque el tiempo de grabación fue escaso, únicamente seis semanas, el trabajo de producción otorgó a la voz de Robe ese punto de calidad para transmitir de una manera más universal la poesía de sus canciones. Además, se introdujo nuevos instrumentos que completaban los temas con nuevos matices y los hacían más al gusto de un público que se entregaría a ellos. Y lo mejor es que todo ese salto de calidad lo consiguieron sin sacrificar su manera de entender la música. Siguieron siendo los que escandalizan con sus portadas o por titulos de canciones como Puta.
Quién no se dejaba confundir por ese punto subversivo que seguian emanando descubrían poesía y sensibilidad, todo bajo el paraguas de un rock de ritmos contundentes.
En Agila (ánimo a los lectores a buscar su significado), encontramos trece canciones que no nos dan ni un segundo de tregua. Desde su primer tema, Buscando la luna, somos conscientes que seguian siendo Extremoduro pero que algo había cambiado. El saxo que suena y la importancia de los versos de los poetas que adornan los del propio Robe nos indican que habían encontrado ese sonido que los haría imprescindibles en la historia del rock en España.
Por encima de todos esas canciones sobresale So payaso, que ya había sido compuesta mucho antes de la grabación del álbum, y que supuso el punto de inflexión concreto de la carrera de Extremoduro. Fue el primer videoclip que grabaron y no paró de sonar en todas las radios. Confieso que es mi tema preferido de la banda y su mezcla de rock y ese punto de jazz me conquistó para siempre.
Pero no nos quedemos solo en un tema, pues el álbum, aunque no es perfecto, tiene una calidad global sobresaliente.
No tengo ninguna duda que el mundo es un poco más triste desde que ellos no nos regalan más canciones.