
Hay situaciones en la vida en la que uno aprende en pocas horas mucho más de lo que ha aprendido en décadas de vida normal. Viajes, encuentros inesperados con personas especiales… o lecturas únicas. Son experiencias que te vuelven del revés y te hacen ver la vida de otro modo.
Esto es exactamente lo que me ha pasado leyendo esta breve novela. Llegué a ella, una vez más, gracias al grupo del #retopata. Mis compañeros lo recomendaron para cumplir uno de los puntos más difíciles del reto y lo apunté. Aún hubo otra circunstancia que me facilitó leerla: una buena amiga me había regalado tres meses de acceso a una de esas plataformas de audiolibros y libros electrónicos ilimitados. Yo estoy enganchada al papel, pero cuando vi que tenía el libro recomendado al alcance de la mano no me pude resistir.
Mujer en punto cero es una novela dura, muy dura. Su autora nos cuenta la historia de Fardous, una mujer que, aunque le hayan cambiado el nombre, existió de verdad, pero que, al mismo tiempo, puede verse como representante de otras muchas mujeres con destinos semejantes. Mujeres pobres en un mundo donde nacer hembra y sin dinero es en sí mismo una sentencia en firme que les condena a una vida de humillación, hambre, palizas y violaciones. No hay nadie que las proteja, porque su misma condición de mujeres pobres les determina a esa vida.
Fardous es una mujer inteligente, creativa, resiliente, fuerte. Pasa todo tipo de situaciones de degradación y de cada una de ellas sale más dura, más sabia, más fuerte. Hasta que uno de los golpes la convierte en cínica y a partir de ahí ya no hay vuelta atrás. La novela comienza unas horas antes de que se cumpla su sentencia de muerte, condenada por haber asesinado a un proxeneta. Fardous le cuenta su vida a la autora para que el olvido no entierre del todo su existencia.
Y, al mismo tiempo, Mujer en punto cero es una novela literariamente bellísima. Los sentimientos de Fardous están descritos de una manera sublime, con imágenes clarividentes. Los distintos personajes que pasan por su vida se presentan animalizados para ayudarnos a entender mejor la realidad. Os pondré un par de ejemplos: cuando habla de sus hermanos menores, tan frágiles e indefensos, nos los dibuja como pollitos recién nacidos, expuestos al frío invernal; cuando habla del hambre que pasan, focaliza la mirada en la boca de su padre engullendo la única comida que hay en la casa, como si fuera un dromedario de labios carnosos y lengua ancha, que degusta despacio cada miga. La dureza del relato contrasta con la belleza del lenguaje. Las repeticiones, las metáforas, el ritmo de su prosa hacen de esta novela una obra literaria de primer orden.
No tuvo fácil Nawal El Saadawi publicar esta novela, pero pese a todas las dificultades, aquí la tenemos, al alcance de nuestros ojos. Ojalá esta pequeña reseña sirva para aumentar el número de lectores que llegan a ella. Para que el deseo de su protagonista se cumpla y su vida no desaparezca tras su muerte.