
David Bowie o cómo reinventarse a cada instante.
Así podría llamarse una crónica sobre el mítico cantante británico. Aunque quizá no sea del todo correcto utilizar el verbo reinventarse. Es más adecuado usar buscar y evolucionar. Bowie nunca dejó de explorar nuevas formas de expresión para hacernos llegar cómo se sentía. Tuvo siempre la capacidad de mejorar lo que le influía musicalmente. Y cuando decidía que el mundo podría estar preparado para saborearlo, lo lanzaba envuelto en su elegancia y versatilidad.
Con el álbum que hoy os traemos, uno de los mejores de su carrera, llegó a sus más altas cotas de creatividad.
Para empezar creó un Alter ego ¡extraterrestre!, Ziggy Stardust. Durante mucho tiempo desapareció Bowie de los escenarios y quienes querían verlo tenían que enfrentarse a una imagen trasgresora, siempre jugado con la ambigüedad sexual y con un discurso apocalíptico.
Son los comienzos de los años 70, inicio de una carrera espacial que tenía a medio mundo pendiente del cielo. Y El Duque buscaba un sonido propio, una nueva forma de trasmitir el mensaje, no de una canción, sino de todo un disco completo. Esa carrera que enloquecía al mundo le sirvió de excusa para crear un argumento con tintes extraterrestres y mensaje mesiánico, aunque el final no pudiera ser más mundano. En sus canciones nos habla de esa preocupación que teníamos sobre mundos desconocidos cuando aún no habíamos resuelto los problemas que teníamos a ras de tierra. Al final, todos sucumbiriamos a la fama y la riqueza. Triste mensaje envuelto en un formato tan bello.
En los pocos más de cuarenta minutos que dura el álbum, se pueden escuchar rock, soul o ritmos de sintetizador envolviendolos. Estaba popularizando el Glam. Con estilo propio y sin pretensiones comerciales en un álbum complicado, que no buscaba gustar sino la reflexión. Aparte de temas como Starman o Moonage Daydream, los otros siete temas restantes hay que escucharlos despacio y sin prejuicios hacia lo que se supone era David Bowie. Esa mezcla a veces cuesta entenderla y hasta su voz suena diferente en muchos momentos del disco.
Quizá los que han oído poco a David Bowie se sorprendan de lo arriesgado de su apuesta. Recordemos su importancia y la influencia en la música de los últimos 40 años y la cantidad de canciones que lo elevaron a la categoría de mito. Pero fue, precisamente, por giros tan radicales como este, por lo que su impronta cultural será eterna. Nunca fue un conformista que se consolaba de sus glorias pasadas. Nunca quiso subirse a las modas, al contrario, él las creó y les dió un sentido.
Cómo para no escucharlo. A él y a sus canciones.