
Comienzan unas fechas que muchos dedicáis al descanso y el ocio, y pensando sobre qué libro hablaros, me ha venido a la cabeza una de las primeras novelas históricas. No hay mucho acuerdo sobre si Walter Scott fue quién inauguró un género tan en boga hoy en día, pero en lo que hay una opinión común es sobre la importancia del escritor escocés en la novela histórica.
Autor romántico por excelencia, puso su talento y un inmenso trabajo y conocimientos históricos en retratar la Inglaterra del siglo XII, una época oscura y muy difícil por representar un periodo de gobierno incierto y con el enfrentamiento entre sajones y normandos.
Scott nos entrega una novela con trasfondo histórico, donde los personajes reales se entremezclan con los imaginarios, y aprovecha el conflicto interno del país, la situación de persecución y odio a los judíos y, por supuesto, un triangulo amoroso, para sumergirnos en un relato soberbio, lleno de acción e intriga.
Nuestro héroe, Ivanhoe, es el perfecto retrato del caballero medieval, y aglutina en su persona todos los adornos que se presumían a esos héroes con armadura. Por supuesto, es inevitable el toque romántico, que aunque no es la causa principal de los hechos, si está flotando durante las tres partes que componen la novela.
Una obra perfecta para iniciarse en este género, puesto que su lectura es muy fluida. Si por algo destaca Ivanhoe, es por su lenguaje fácil, sin artificios lingüísticos. La acción prima sobre los diálogos, dando un dinamismo fantástico, aunque a veces, sea a costa de dibujar personajes un tanto planos.
Fue una de mis primeras lecturas de «adulto», y más de treinta años después, sigue conservando en mi mente una sensación inmejorable.
Fantástica opción para unos días de descanso y desconexión.