
¿Cómo podría explicaros lo que me ocurre con Zweig? Lo intentaré con esta pequeña tontería: yo tengo poco pelo, siendo optimista en la apreciación. Pues bien, si Zweig apareciera en la puerta de casa con un folleto, escrito por él, de un rizador de pelo… ¡Lo compraría sin dudar!. Al rizador poco uso le daría, pero sus palabras os aseguro que las leería una y otra vez.
Ayer acabé dos pequeños relatos del maestro, y siempre tengo la misma sensación al acabar: alegría. Los relatos de ayer no son muy optimistas, de hecho son bastante tristes. Mi alegría viene de tener el privilegio de haber podido saborear unas páginas llenas de magia.
Si me pongo a analizar alguna frase y me encomiendo la tarea de expresar alguna de ellas de otra manera, pueden pasar horas sin que sea capaz de encontrar una posible solución. Es simplemente perfecto.
Los dos relatos, Carta de una desconocida y Leporella, son un ejercicio de estilo al servicio de ese sentimiento tan universal, que sin embargo, cada uno de nosotros vive de una manera distinta, el amor.
Nos encontramos con un amor no correspondido de dos mujeres tan diferentes entre ellas pero que sufren su desamor de una forma parecida.
Nada hay en sus líneas que pueda suponer una sorpresa al lector del siglo XXI, puesto que estamos saturados de libros, películas y programas de televisión donde se explotan las desgracias del desamor. Pero os aseguro que dentro de Zweig nada es común, nada es pasajero. El recuerdo de esos dos relatos perdurará en mi memoria para siempre.
La belleza importa, en las palabras.