
Hoy, aprovechando que es sábado, he querido desempolvar mi recuerdo de este libro y hablaros de él porque creo que la historia estará de acuerdo conmigo y le dará un lugar entre los clasicos.
Lo leí hace ya más de 6 años, por lo que algunos detalles se han perdido en la maraña de recuerdos, pero no he olvidado lo que sentí al leerlo. Recuerdo perfectamente que lo devoré a mordiscos, leyendo hacia adelante y hacia atrás, hipnotizada por su forma de narrar y tratando de recomponer un cuadro que el autor nos regala fragmentado. Fueron unos días de entrega completa, robándole horas al sueño y lo disfruté muchísimo. Además, durante estos años he pensado en innumerables ocasiones en algunos de sus pasajes. Es un libro que se queda contigo.
No es una novela fácil de leer, desde luego. No es de la que lees en el autobús, mientras controlas que no se te pase la parada y que el WhatsApp que has recibido no es urgente. Es una novela que reclama tu entrega. La técnica utilizada, con múltiples saltos de todo tipo, hace que el relato, al final, lo acabes construyendo tú, a través del ojo de la cámara del narrador. Un ojo que va cambiado el zoom y tan pronto puede hacer un primer plano tan directo que requiere hablar en primera persona a un tú que le escucha siendo un personaje, como después necesita dar una imagen de conjunto, más objetiva y lo hace a través de la aséptica tercera persona.
El libro nos habla del mal con mayúsculas, de la soledad, del amor, de la amistad y de la culpa. Y lo hace a través de la vida de un niño que va creciendo rodeado de manuscritos, antigüedades y, sobre todo, la pasión por el violín, que da forma a su existencia. Los silencios, los secretos e incluso un asesinato rodean la vida de alguien que, pese a todo y a todos, se empeña en sobrevivir. Pero la novela es mucho más que eso. Junto al autor daremos saltos en el tiempo y en el espacio, porque la vida de las personas y de las cosas no deja de ser parte de una historia común.
Una novela maravillosa que os animo a que leáis con calma y dedicación. Merece la pena.
Un comentario sobre “Yo confieso (Jaume Cabré)”