
Comienza el fin de semana, unos días de descanso que podemos emplear emplear desempolvar la colección de vinilos y disfrutar del rock and roll hecho aquí.
Era el año 1982, un año clave en la joven democracia, que recordarmos por mundiales de fútbol, congresos asaltados y una juventud que necesitaba desterrar la oscuridad de la que venía, y llegó un rockero de la vieja escuela, que celebraba sus veinte años encima de los escenarios con dos conciertos y revolucionó para siempre este tipo de grabaciones.
Al contrario de lo que el sentido común marcaba, Miguel Ríos se empeñó en grabar antes de empezar la gira; lo usual para este tipo de grabaciones es hacerlo cuando la banda y el sonido ya llevan un recorrido. Pero si había que grabar un disco para la historia había que hacerlo a lo grande. Tan grande como el tema con el que comienza el álbum, hit de la época y uno de los temas más famosos de la música española, Bienvenidos se convertiría en el santo y seña del cantante, una canción que nos anticipaba todo lo bueno que vendría después. Temas nuevos como El blues del autobús se mezclaban en perfecta armonía con las canciones de siempre del cantante, como El río o Santa Lucía.
Otra de las sorpresas que guardaba el álbum fue el celeberrimo Himno de la alegría, que fue pinchada hasta la saciedad por las radios fórmulas de la época.
Un trabajo que se hizo sublime por la aportación de una banda de músicos que quizá no sean tan conocidos para el gran público, pero imprescindibles para los mejores cantantes de la época.
Si hasta los pantalones del propio Miguel Ríos se convertirían en un icono de la época, aunque no todos podrían llevarlos con el estilo del granadino.
Todo ello hizo que el Rock & Ríos se conviertira en el mayor éxito del rock en España, con unas ventas desconocidas hasta entonces para ese estilo de música.
Un clásico, de vaqueros apretados y guitarras eléctricas, que nos hará saltar de nuevo sin descanso ni pausa.
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