Tengo canciones que siempre están en mi cabeza. Temas que sin razón surgen y me sorprenden al tararearlas de manera espontánea y en cualquier circunstancia. Son retazos de mi vida y recuerdos de buenos momentos. Y esta mañana, preparando la entrada del blog, surgió una de esas piezas que son eternas. Y no solo para mí, sino también para cualquier amante de la música, seas o no seguidor del polémico Premio Nobel de literatura de 2016. A estas alturas y con esta última pista, es casi seguro que nuestros seguidores han adivinado de quién hablo hoy, y también me arriesgaría a adivinar que a sus cabezas han llegado muchos de los temas y éxitos escritos por Bob Dylan.
Genio para muchos, fenómeno social para otros, nadie permanece indiferente ante su figura. Incluso sucede, hablo en primera persona, que en un disco es el más grande y al siguiente lo odias y te preguntas en que estado de embriaguez lo escuchaste para tenerle por el mejor. Porque en su música no hay medias tintas; Dylan siempre ofrece todo lo que tiene pero está claro que no siempre gusta lo que tiene que decir.
¿Pero quién puede presumir de gustar desde los lejanos años 60 y seguir levantando pasiones en el siglo XXI? Solo él , no hay nadie más que esté más allá de modas y estilos. Un estatus que hizo que la concesión del Nobel fuera más una carga que un honor.
Pero ya me he ido por las ramas, menos mal que Hurricane, uno de los himnos que aparecen en el disco de hoy ha venido a rescatarme. Una canción mayúscula, por su duración, por su denuncia, por el impacto que tuvo en su momento en la sociedad. Todo lo que rodea a este disco es grande. Tan grande que hubo problemas para grabarlo. El gran Eric Clapton estuvo a punto de participar en él, pero a la vista del gran número de músicos presentes en la sala de grabación, más de 20, desistió, no sin antes aconsejar a Dylan que debería trabajar con mucha menos gente.
Fue un disco problemático y, sin embargo, el empeño de Dylan por hacerlo realidad posibilitó el que fuera su último gran disco. Buscaba una banda con la que sentirse arropado, con la que enfrentarse al gran público y diera forma a sus anhelos e inspiraciones.
Aparte de la mencionada Hurricane, el álbum nos entrega alguna de las mejores letras y melodías de este gran músico, como Sara, Mozambique o Joey.
Las letras fueron escritas junto a Jacques Levi, fundador de la revista Oh, Calcuta y una de las personas más cercanas a Dylan.
Y como sin duda tendréis en la cabeza el sonido del violín omnipresente durante todo el disco, os diré que es obra de Scarlet Rivera y la historia de cómo participó en la grabación merece otra entrada para ella sola.
Uno de esos discos atemporales y que removió conciencias en una sociedad que buscaba a su moderno juglar. Un disco de historias, narradas con la mejor voz que jamás ha tenido Dylan, una delicia en 33 rpm. Uno de los muchos ejemplos por los que este gran músico y narrador consiguió el Nobel. La unión perfecta entre música y literatura.