Maestro de maestros. Creador del todo a partir de viñetas blancas. Con su pluma y un talento inmenso, revolucionó el arte de contar historias con el trazo más simple. Sus argumentos eran la vida y el mar, la idea de justicia frente a la codicia humana, la amistad como tabla de salvación. Nos legó uno de los personajes más carismáticos de la historia y algunas de las historias más bellas de la novela gráfica.
Hugo Pratt publicó en la década de los 60 esta novela por entregas que, a pesar de su trascendencia posterior, fue ninguneada por la crítica y un relativo fracaso de ventas. Tuvieron que pasar los años para que Corto Maltés ocupara el lugar que merecía. Fueron otros genios, como Fran Miller, quienes ayudaron a reivindicar el valor cultural de cada aventura del icónico marino.
La balada del mar salado fue la presentación de Corto, así como de algunos de los personajes secundarios que lo acompañarian a lo largo de sus siguientes libros. La acción se sitúa en los bellos mares del pacífico, en un periodo anterior a la primera guerra mundial. Nuestro héroe se ve envuelto en una disputa entre piratas y soldados que amenaza con acabar con su vida a cada instante. El protagonismo no recae en Corto, sino en dos adolescentes, pero el peso de su carisma y el ideal de justicia que impregna a cada una de sus acciones consigue que parezca que todo gira en torno a él.
Aunque hay ediciones a color, recomiendo leerlo en blanco y negro, tal y como Pratt la plasmó. Entusiasta de la sencillez, su idea de perfección era conseguir contarlo todo con una sola línea. Cada viñeta tiene la engañosa sensación de estar incompleta, mal acabada. Sin embargo, el dominio del blanco sobre el negro nos dice mucho más que cien frases. Unos pocos trazos consiguen sumergirnos dentro de un barco, o nos enseña con un pequeño gesto todo lo que necesitamos saber sobre un personaje.
Una delicia donde no hay malos o buenos al uso; donde los héroes fallan y los malos consiguen que los entendamos. Cada línea de sus textos, cada idea que subyace en las reflexiones de sus protagonistas son tan actuales como cuando fueron escritas hace más de 50 años. Y aún hoy, se sigue leyendo con una sonrisa, la pequeña sonrisa de Corto Maltés.
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