Corría el año 1757 y franceses e ingleses estaban en plena guerra de los siete años. Una guerra que comenzó con el propósito de controlar las colonias norteamericanas y que involucró a los nativos indios.
La pluma de Cooper trazó con maestría las bases de la novela de aventuras del lejano Oeste. Aunque lo curioso de esta novela es que está ambientada en el este, concretamente en el estado de Nueva York. Por encima de los protagonistas, el libro es un elogio a los paisajes salvajes de Norteamérica, al modo de vida de sus nativos. Un canto del cisne sobre una forma de entender la simbiosis entre hombre y naturaleza.
Volviendo a sus protagonistas, alguno de ellos han superado a la novela y su influencia posterior en la cultura del salvaje oeste es indiscutible. Quién no recuerda a Uncas, el último de su raza. O al gran cazador blanco, Ojo de halcón. Y como no, Cora y Alice, sus temperamentos, su influencia en las decisiones cruciales y la fuerza que imprimen a la novela, hacen de ellas las verdaderas heroínas de la novela. Mezcla de novela de aventuras e historia, los hechos narrados así como sus personajes son una mezcla entre ficción y realidad. La intención del autor no fue tanto realizar un estudio histórico de la guerra, sino trazar un retrato de esa época, con tintes épicos, sobre los efectos del avance de la colonización y la pérdida que la civilización supuso para los habitantes nativos.
Aunque su estilo resulta en ocasiones recargado, lo que le valió las críticas de Mark Twain, el magnífico desarrollo de la trama, la ambientación sublime y unos, repito, protagonistas tan únicos e irrepetibles, conforman un libro que tuvo y tiene un éxito sin precedentes en la literatura americana.
Por una vez sí quiero recomendar la película de 1992 sobre esta novela. Aunque con poco parecido en muchas partes de su desarrollo, sí consigue transmitir ese espíritu salvaje que logra el libro. Además, para los amantes de la música, su banda sonora es una de las más bonitas jamás escrita. Merece la pena solo por eso.
Un libro para saborear la libertad de vivir en armonía con la naturaleza y que hemos perdido. No podemos obviar la tristeza y melancolía con la que Cooper lo escribió. Un sentimiento que se tiene a lo largo de todas sus páginas y tiene como colofón las palabras finales del libro. Os animo a descubrirlas.