
Ayer terminé de leer esta pequeña novela ambientada en el siglo XVII sobre la vida de una joven protestante que va a trabajar de criada a la casa de un pintor en el barrio católico de su ciudad.
Hay dos factores que hacen interesante esta novela. El primero es obvio, y es que se trata de una historia creada para dar respuesta a un misterio en la historia del arte: quién es la joven a la que Johannes Vermeer pintó en su famoso cuadro. A partir de algunos datos reales (la propia existencia del cuadro, la época o algunos datos del pintor), recrea una historia creíble sobre la razón y el modo en el que se creó el cuadro.
El segundo factor que hizo que cogiera la novela con interés y la devorara en un par de días es la forma que tiene de escribir al principio de la novela. La narración está en boca de la joven retratada y te describe las escenas como si las estuviera pintando. Sus palabras son pinceladas que van creando un tapiz a base de detalles. Es una forma de escribir muy original, que transmite muy bien su obsesión por la pintura (o quizá por el pintor) y que a lo largo de la novela, desgraciadamente, se va suavizando si no perdiendo del todo.
Más allá de esos dos elementos, esta novela de Chevalier se lee bien, está bien escrita, con personajes sólidos y diálogos creíbles. La trama no da mucho de sí, pero tampoco es excesivamente larga.
Si te gusta la pintura holandesa y tienes un par de ratos tontos, esta puede ser tu novela. En edición de bolsillo, además, es increíblemente ligera, por lo que es el típico libro que cabe en un bolso o mochila por pequeño que sea y puedes, así, leer en el tranvía o en cualquier sala de espera.