En los lejanos ochenta la sonrisa de Michael Jackson aún caía bien. Una actitud de niño recién salido del instituto que continuaba con su imagen de hermano menor de The Jackson 5 y despertaba ternura cuando oíamos su voz e imitabamos, con muy poca gracia, aquellos movimientos de baile.
Luego llegó el guante, el blanqueamiento de piel y su descenso progresivo hacia los infiernos.
Pero en el año 1982, fue el rey. Nadie pudo hacerle sombra. Hablamos del disco más vendido de la historia, en el que siete de sus nueve temas entraron en las listas de los más escuchados. Por no mencionar el boom que supuso ver el videoclip Thriller, con la voz del recordado Vincen Price, su coreografía balada hasta la saciedad y su historia de terror adolescente.
Pero no solo eso: en realidad, hablamos de un artista que hizo un álbum increíble. La mezcla de estilos, la calidad de su producción y la genialidad de las interpretaciones hicieron que no solo debamos considerar la grandeza de Thriller por sus cifras, sino por aquello que nos transmite cada vez que oímos algún tema.
Estoy seguro que si en el 2021 se publicase por primera vez el álbum, su impacto seguiría siendo el mismo. Nunca un trabajo congregó a su favor tantas críticas positivas por parte de artistas muy alejados del pop.
Sería imposible destacar un tema por encima de los demás, porque ahí radica la grandeza de este trabajo. De principio a fin es imposible despegarse de sus melodías. Y cuando acaba el disco estas deseando volver a empezar.
Hablamos de talento, de complicidad, de unión de músicos muy diferentes y de innovación. Y eso lo hizo él como nadie.