Cuando este lunes pasado recordábamos al clásico de Nabokov, Lolita, surgió el recuerdo de otra novela de amor. Un amor juvenil, lleno de poesía, belleza, erotismo y un protagonista tan fundamental para la literatura como Pablo Neruda.
Posiblemente a nuestros lectores, a muchos de ellos, está novela les ha llegado bajo el nombre de El cartero de Neruda. La razón es tan simple como que el éxito de la adaptación cinematográfica eclipsó el libro original. Sin embargo, y sin negar para nada la calidad de la película, entre las páginas del libro es donde encontraremos la fuerza y la belleza con las que Skármeta escribió esta pequeño relato. Breve pero lleno de símbolos y con un mensaje de denuncia final hacía la situación que vivió Chile con la llegada de la dictadura.
La historia trascurre unos años antes del golpe de estado. Un joven es designado como cartero para atender a un solo cliente, Pablo Neruda. En sus idas y venidas entablan una amistad donde el poeta y el joven conversan sobre la vida y el amor.
Con una narración profusa en detalles, hay pasajes que necesitan leerse despacio para comprender el mensaje intrínseco. Hay juegos de metáforas entre los dos protagonistas donde el autor expresó multitud de ideas sobre la actualidad de su país
Pero la abundancia de las descripciones es fruto de la pasión de Skármeta por el séptimo arte. No es raro estar leyendo y visualizar la isla y su ambiente. Cada detalle nos es descrito con precisión y solo es necesario cerrar los ojos y dejarse llevar por sus líneas.
Tenemos una novela donde la belleza de su prosa sobresale incluso por encima de la historia y los personajes. Un libro para leer con las emociones.
Día: 8 de septiembre de 2021
Parte II #Sapiens La revolución agrícola

El cambio que se produjo en nuestra forma de vida hace 10 000 años tuvo como consecuencia un incremento exponencial en la capacidad reproductiva de nuestra especie, por lo que aumentó en número de manera considerable. Podemos decir, por tanto, que, desde un punto de vista global, la revolución agrícola fue una bendición.
Sin embargo, la vida de la mayoría de los individuos empeoró sustancialmente. Trabajaban más, se alimentaban peor, se morían más niños… la invención de la escritura también fue decisiva en esta espiral de precarización, al permitir que una minoría pudiera contabilizar el cobro de impuestos y vivir, de este modo, a costa del ciudadano medio.
Harari plantea aquí una cuestión interesante: la capacidad de sacrificio que tenemos los sapiens en aras de un futuro mejor. Una capacidad que no pocas veces nos atrapa en una espiral de esfuerzo y frustración, puesto que en no pocos casos, el trabajo invertido, lejos de redundar en nuestro propio bienestar, se pierde en mantener a unos congéneres parasitarios: la denominada clase privilegiada.
¿Cómo se explica que una minoría sea capaz de parasitar el trabajo de sus conciudadanos? La respuesta es simple: los sapiens tendemos a aceptar como verdaderos los mitos que nos relatan para asegurar nuestra colaboración. Estos mitos, además de falsos (no están basados en realidades objetivas), implican siempre una jerarquía tal que parte de la sociedad aparece injustamente discriminada. Dicha jerarquía injusta puede ser fruto de las circunstancias (como ocurre con el racismo) o ser más estable (como en el patriarcado). En todos los casos se vende como si fuera universal y natural. Creemos en ella como creemos en la existencia de nuestras manos y somos capaces de aceptar lo inaceptable en su nombre.
Cuatro capítulos muy interesantes que hacen que nos replanteemos nuestras propias creencias y las elecciones vitales que hacemos. ¿Acaso se puede hacer un uso mejor de la lectura?