Tengo una predilección por las novelas cortas. No por lo obvio de terminarlas antes, aunque hay casos en que terminar un libro es un triunfo. No. Mi afición por las novelas cortas radica en leer un relato complejo, que me atraiga y me sumerja en él, con el menor número de páginas posible. Es como si propusiera un reto al escritor y deseara que me venciera. Es una dulce derrota encontrar una narración corta pero que me conmueve todo el alma.
Con La carretera, McCarthy me venció desde la primera página. Cada línea de su texto es un pedazo de pensamiento que se va introduciendo en mi y deja un poso que lentamente varía mi forma de ver la vida.
La historia es sencilla, simple incluso. Nos encontramos en un mundo que ha sido devastado. Un padre y un hijo viajan, solos, escondiéndose de los pocos habitantes que quedan.
Las sensaciones que produce su lectura son intensas. Por un lado sentiremos la conexión que a cada paso se va intensificando más y más entre el padre y el hijo. Por otro lado, el ahogo al sentir un mundo sin vida, o cuando menos hostil en la poca que queda.
Poco espacio para la esperanza de un final feliz, sin embargo existe un camino, una carretera que se recorre con la certeza que después de una curva veremos la luz.
No puedo más que recomendar este libro, sencillo, casi espartano en su narración, que sin embargo nos sugiere tantas y tantas emociones.
Normal que en el 2007 recibiera un más que merecido premio Pulitzer.
Un viaje vital a través de los ojos de un niño.
Sin entrar en el argumento, que me resultó intenso (y hay una película que consigue emular el ambiente de la novela), lo que me sorprendió es el cambio de narrador al final de la historia.
Me gustaMe gusta