
Lo mejor del verano, además de disponer de más tiempo, son los reencuentros con la gente a la que quieres. Y si además se trata de amigas lectoras, a veces a la felicidad del encuentro se suma un libro nuevo. Eso me pasó a mí esta semana con este libro de Fernando León.
Podría decir que se trata de una colección de relatos y microrrelatos, pero creo que es algo más. Hay un sentido de unidad dentro del libro que me impide verlo como una colección de textos. Prueba de ello es que hay que leerlo en orden, pues solo así se puede disfrutar del ritmo que el autor ha creado y de los guiños que se suceden de un relato a otro.
Leyendo este libro yo no dejaba de pensar en los cuentacuentos de adultos, como Cristina Verbena. Pasamos de la sorpresa a la risa, de la sonrisa cómplice al choque de realidad. Sales de esta lectura como de las sesiones de cuentacuentos de adultos: con una sonrisa en la boca y un regustillo amargo en la garganta. Porque estos relatos te hacen feliz pero te obligan, al mismo tiempo, a mirarte al espejo y pensar en cómo somos.